lunes, 11 de agosto de 2008

II.- Confabulación de Enemigos

Bastante se ha insistido sobre el aspecto positivo de los hombres de América para la hora de la liberación política. Se ha hablado con mucho encomio de los compañeros de Bolívar, del arrojo que los definía, de sus excepcionales aptitudes para la lucha militar, de su generosidad. Más de una vez los autores de la liberación han sido presentados como un grupo homogéneo, con una meta común y una tarea armónica. Pero en el canto épico no está toda la verdad.

Para aquilatar el valor de la generación bolivariana es preciso revisar sus rémoras. Para llegar a una conclusión válida se ha de considerar al propio tiempo, tanto al pueblo que todo lo sacrifica por su mejoramiento y por su libertad, y a su legión heroíca, como a una serie de individuos que se consagran con tenaz entusiasmo a la tarea de obstaculizar. Bolívar ha de ir superando esos inconvenientes, gastará enormes energías e invalorable tiempo en la solución del problema creados por esos encargados de cumplir el papel de reacción contra la acción de América Latina.

Tales individuos pertenecen a diversas esferas pero entre todos realizan una acción coincidente, y en total ayudan a revelar las características completas del material humano que asiste a la emancipación.
Citemos en primer término a los desertores. Razones positivas explican que no haya un día sin deserciones en el ejército patriota, I-284. En no pocos casos se aplica la pena usual: fusilamiento, con la finalidad natural de la intimidación; pero a menudo advierte Bolívar la inutilidad del castigo: quienes desertan obedecen a imperativos superiores a sus fuerzas, y por ello viene el perdón. El indulto se explica como intento de captación, expresión de anhelo proselitista; otra vuelta al comienzo para un nuevo inicio, y así una nueva repetición del ciclo. De paso el indulto aspira a clarificar la situación con su fórmula de generosidad global. No se sabe con exactitud quienes son y quienes no son desertores; tan evidente es esta indefinición y tan defectuosamente tipificado está el delito de la deserción en la conciencia social, que las mismas normas bolivarianas lo reflejan así: véase aquel decreto de 1814 que acoge en su perdón a todos "los que hayan sido y sean, o se crean delicuentes", II-1053.

Igualmente desde el principio aparecen los individuos y colectividades criollas opuestos a la Independencia. Se dio repetidas veces, el caso de pueblos que, desconociendo el valor de sus derechos, se convertían en los más activos enemigos de su propia existencia; someterlos, vencerlos y convercerlos fue tarea agotadora. En las crónicas de entonces proliferan los ejemplos de ciudades y provincias realistas, se conocen no pocos americanos distinguidos en las huestes metropolitanas. Todo ello encuentra su más acabado exponente en la provincia de Pasto y los pastusos; Bolívar llama a estos "los demonios más demonios que han salido de los infiernos", I-782, mucho hicieron sangrar a Colombia, su fanatismo jamás fue apaciguado, su atraso cultural podría explicarse en parte, a la luz de la Antropogeografía, por la naturaleza accidentada del suelo que habitan, dificilmente accesible, bastante impropicio al intercambio de nuevas formas culturales. Tan unidos se presentan todos en el bando hispano, que el Libertador considera que de ellos hasta "las mujeres mismas son peligrosísimas", I-783.

Es también otro problema de entonces, no cancelado por entero en nuestros días, la falta de personas capacitadas para actividades directivas, y en particular para las funciones públicas. En ocaciones diversas se ha hablado de escacez humana, pero referida ésta a la hora de Bolívar se la relaciona con la obra hispánica en América. La cuestión ha sido vista con criterio apasionado y, por ello, desprovisto de objetividad crítica; para algunos el imperio español realiza en nuestro continente una extraordinaria labor cultural cuya más depurada expresión está cabalmente en los hombres de la Emancipación. Para los adversarios de este punto de vista, la situación es muy otra; la Colonia es un período de oscurantismo y de miseria, y el caso de los libertadores es un fenómeno especial debido a extraños factores circunstanciales. Ya resulta anacrónico plantear el asunto en términos dilemáticos tan insuficientes por elementales; si es cierto que para 1810 hay dirigentes en América, no debe cargarse íntegramente este mérito en el haber de la metrópoli; buena parte de los constructores de la nacionalidad se formó en Europa, y en cuanto a los conocimientos recibidos en América, debieron pagar un elevado precio de dificultades. Junto a minúsculas élites intelectuales preparadas en el Nuevo Mundo, la verdad fue que la mayoría de los habitantes no recibió ni una mísera instrucción. Pero, en un balance justo, al lado de la aniquilación de las culturas indígenas, y junto al descuido notorio de la educación general y a sus profundos vicios intelectuales, debe anotarse en la cuenta del régimen español el haber fundado instituciones cuya obra es admirada aún: "México y Perú tuvieron Universidad e Imprenta desde los primeros años del coloniaje. La Universidad de México gozó, desde su fundación, en 1551, de los mismos privilegios y franquicias que la de Salamanca; y la santa Sede le concedió el título de Pontificia". Había también cierto orden y estabilidad políticos, pero ello antes que título de orgullo para nadie, es característica típica de un sólido colonialismo. Es justo que se recuerde la acción de los cabildos -célula de orientación pública- pero que no se olvide la contrapartida de la defectuosa y pésima instrucción que, entre otros, denuncia en Venezuela el Licenciado Sanz (8).

La crisis administrativa de la América recién libertada, aún vigente enseña cuán ver+idica era esta pobreza de personas capacitadas y cuán discutible la acción formativa de hombres que muchos atribuyen a la metropoli colonizadora. Bolívar dice con claridad: "Los americanos han subido de repente y sin los conocimientos previos; y lo que es más sensible, sin la práctica de los negocioa públicos; a representar en la escena del mundo las eminentes dignidades de legislladores, magistrados, administradores del erario, diplomáticos, generales, y cuantas autoridades supremas y subalternas forman la jerarquía de un estado organizado con regularidad", I-166. La escacez era además incontestable en el terreno especificamente demográfico; la población americana era pequeña(9); "Ni el general Sucre ni yo tenemos estado mayorporque absolutamente no hay nadie que lo desempeñe. El país en que obramos pasa de mil leguas, y apenas son cuatro hombres los que pueden desempeñar uno que otro encargo muy importante", I-1096.

De soldados poco cultos deberá hacer Bolívar hombres aptos, diplomáticos y gobernadores; llegará a enseñarles desde los modales de comer en la mesa hasta los de manejar los asuntos internacionales (10).

Es preciso advertir que si bien faltan en general hombres integralmente preparados, es decir, moral e intelectualmente capacitados para las funciones del Estado, existe una variada partida de individuos medianamente informados, y sobre todo con una evidente desorientación ética, quienes precisamente buscan tomar el control de la República; muchas veces, y al lado de patriotas de mérito se les verá, especialmente en los cuerpos legislativos beneficiandose y entorpeciendo la empresa a la cual ni siquiera pasivamente contribuyeron; Bolívar los denuncia; la actividad desorganizadora que despliegan es efectiva, "más hace en un día un intrigante que cien hombres de bien en un mes", I-1112. Boívar no dará cuartel a esta pandilla de saboteadores, "banda de tránsfugas que nunca hemos visto en los combates", I-1477, que no luchan ni ayudan, pero que vienen prestos a la hora de "recoger". Será difícil neutralizarlos; en su torpeza harán caer sobre el Derecho el desprecio de los hombres de acción, la burla y el escepticismo de los prácticos; ellos contribuirán a que la fuerza se estime superior a la ley. Conste que el Libertador no se refiere a los legisladores en general, ni a los ideólogos(11). Bolívar no anatematiza en abstracto; sabe que los legisladores no son buenos ni malos por sí mismo, dependen de sus principios y de su conducta; cuando habla de leguleyos e intrigantes no alude ni remotamente a los representantes del pueblo en sus cámaras deliberantes, a quienes estima imprescindibles en toda sociedad democrática como es siempre la por él concebida.

EL malestar social determinado por el aplazamiento de las reivindicaciones económicas de las masas, es ingrediente ineludible de esta hora crítica. Las mismas multitudes paupérrimas que siguieron a Boves, acompañan las banderas patriotas cuando creen avizorar el día de la redención de sus ansias elementales. Bolívar en Jamaica dibujaba así el status de insoportable subordinación económica de las colonias insurgentes: loa americanos "no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuanto más, el de simples consumidores; y aun esta parte coartada con restricciones chocantes: tales son las prohibiciones del cultivo de frutos de Europa, el estanco de las producciones que el rey monopoliza, el impedimento de las fábricas que la misma Península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos de primera necesidad, las trabas entre provincias y provincias americanas, para que no se traten, entiendan, ni negocien; en fin ¿quiere usted saber cual era nuestro destino?; los campos para cultivar el añil, la grana, el café, la caña, el cacao y el algodón, las llanuras solitarias para criar ganados, los desiertos para cazar las bestias feroces, las entrañas de la tierra para excavar el oro que no puede saciar a esta nación avarienta", I-165. Y alcanzó a ver claro que estas mayorías ignatas, "hombres de carne y hueso", I-914, de no ser atendidas con la sinceridadobligada de un auténtico régimen revolucionario, frustarían todo intento de consolidación del orden político, ¿será pesimista al vislumbar que el cuadro total de América se presentaba espantoso"más para lo futuro que para lo presente", II-933?. Estamos sobre un abismo -decía a Gual en 1821- o más bien sobre un volcán pronto a hacer su explosión", I-560.

NOTAS:

7. Zum Felde, Alberto:
El problema de la cultura americana. Editorial Losada, S.A. Buenos Aires, 1943, pag. 193.
8. América vive todavía su guerra de Independencia aunque hoy no se libren combates en los campos de batalla. América está en la etapa angustiosa de conocerse y hacerse a sí misma; en el orden específico de la preparación de hombres para los altos destinos públicos no ha dispuesto de las condiciones mínimas requeridas, por esta razón no se manifestado unitariamente una "élite" como la que impulsó la liberación. La anarquía que, nutrida por las pretensiones de predominio material sobre mayorías depauperadas y por la pasión de pugnacidad, comunica su efecto desintegrador a toda la sociedad, asi como la ausencia de un programa de acción común, han distraído y atomizado el valor de las generaciones de interesante calidad que suceden a la generación emancipadora. No que la colonia fuera más propicia para la capacitación, es quela forzosa tranquilidad colonial permite a los inquietos viajar y vigorizarse en fuentes distantes y distintas de las instiruciones educativas españolas. El fervor revolucionario, la capacidad política de los líderes del movimiento inicial no fue jamás producto de ninguna universidad hispana, fue obra de auto-elaboración, de autodidactismo posible en un mundo todavía no sacudido ni absorbido por la vorágine guerrera.
9. En la Carta de Jamaica habla de "16.000.000 de americanos..." I-162.
10. Cf. Bucaramanga, págs. 260-262. Ver además I-1083.
11. La aclaratoria interesa porque los apologistas de las autocracias presentan esta parte del pensamiento bolivariano, como antecedente del depotismo y como implicando una consideración peyorativa para los integrantes de cuerpos parlamentarios. Cuando Bolívar habla de leguleyos y de intrigantes se remite directamente a la conocida especie de hábiles politiqueros, semi-oradores y analfabetos morales.

No hay comentarios: