sábado, 9 de agosto de 2008

I.- Desorientación y Anarquía

I.- DESORIENTACIÓN Y ANARQUIA

"ESTE INMENSO desorden de América justifica mi conducta política y los principios que la guían. Espero que mis amigos se acordarán de mí en esta época de turbulencias para oponerme en contraste con los efectos de la anarquía y hacerme la justicia que yo he deseado", II-644. Así expreso Bolívar, una vez -entre muchas- el signo de la hora histórica, su anhelo de justicia y su confianza en el juicio de la posteridad.

A menudo se olvida que para comprender la obra de cualquier realizador ha de ubicársela dentro de su circunstancia. La tarea previa del estudioso tiene que ser reconstructiva, esto es, de apreciación objetiva de todos los hechos, hasta detalles olvidados, a veces secundarios a la luz de los tiempos, que en su día tuvieron señalada trascedencia. Bolívar llama a su momento: época de turbulencias. El continente vive entonces su máxima crisis; y forzosamente debe comenzar el estudio por este hecho, pues se investigara quien era Bolívar, y cual era su esfera de acción histórica, antes de explorar su pensamiento.

El Libertador situa en 1810 el comienzo de su carrera (1). Su ciclo se cierra en 1830. En los anales de América hay pocos lustros de más anarquía, de más enconada división, de superior confusión espiritual, de mayor desorientación moral e histórica, de tanta efervecencia política. Casi no hay en este período una hora de estabilidad; la obra entonces cumplida refleja las notas de su circuntancia.

La anarquía surge en América en forma paulatina a medida que se va completando la victoria sobre las fuerzas colonialistas; comienza durante la propia guerra, y será siempre señal inequívoca de que la revolucion está lejos de concretarse. Limitando la observación a los últimos cuatro años de acción bolivariana, y a la información que se halla en la vasta documentación del Libertador, se ve cómo para 1826 tiene sentido su compararción de que el desorden flota en el continente como las olas en el océano. Este año, simultaneamente con los sucesos de Páez en Valencia se produce en Lima la conspiración de argentinos y riva-agúeristas. En 1828 ocurre el atentado del 25 de septiembre; cada día se avanza por la pendiente desintegradora, en 1830 "la situación de América es tan singular y tan horrible, que no es posible que ningún hombre se lisonjee conservar el orden largo tiempo ni siquiera en una ciudad", II-933.

Pero la crisis agudizóse en 1829; un recuento sintético de lo que entonces había ocurrido y estaba ocurriendo en los diversos países americanos revela que: en México, después de los sucesos de Hidalgo y Morelos, la Independencia es declarada por Iturbe a quien posteriormente, después de hacerse emperador, derrocan y fusilan. López de Santa Ana proclama la república; luego es fundada y destruida la Federación. En Guatemala, una guerra civil suscitad por los federales, recuerda a Bolívar los feroces combates entre los caribes; la situación es parecida en toda la América Central, II-694, II-1301. También Colombia es azotada por la misma onda crítica; en Cartagena y Bogota se descubren compiraciones, en Cumaná actúan los Castillos; la anarquía llega a Margarita, y brota en Magdalena, el Socorro, Guayaquil. Los pastusos merecen por entonces un capítulo exclusivo y extenso. Una conflictiva y gravísima situación protagoniza en Perú el cuarteto castrense: Riva-Agüero, Torre Tagle, Santa Cruz y La Mar. La inestabilidad culmina en Bolivia; se suceden en menos de dos semanas "cuatro Jefes distintos", II-302.

Más al Sur, el fenómeno es el mismo; en Chile los Carrerras, Freire y Urriola, entre otros, comandan golpes y asonadas. Paraguay languidece víctima de la tiranía del doctor Francia. Argentina ve como Dorrego, el presidente que había combatido contra Brasil, es despuesto y perseguido, y por Lavalle fusilado sin fórmula de juicio; "los Magistrados suelen no durar tres días", II-1302.

Bolívar resume la situación diciendo: "La América entera es un tumulto, más o menos extenso", II-694; ese tumulto que desde México a la Argentina sacude al continente, se nutre visiblemente de la pasión de mando manifestadad de modo simultáneo en la mayoría de los líderes forjadores de la liberación, a quienes acompañan masas insatisfechas y desesperadas que sueñan todavía con la cancelación de sus miserias, fermento social tremendo dispuesto sin temor al sacrificio y a todas las "locuras". Concluida la guerrapropiamente dicha, la fiebre bélica de los caudillos encuentra una válvula de escape en la pugna anarquizante. La guerra ha modelado para esa época una nueva mentalidad; y se presenta a los pueblos de América una distinta ecala axiológica. La anarquía es la consecuencia de una revolución incompleta o fallida; de haberse logrado la integridad revolucionaria que concibió Bolívar, el fenómeno anarquico jamás habría podido surtir tan duraderos y perniciosos efectos por impedírselo la ausencia de concretas motivaciones económicas, sociales y morales. En el caudillo se resumen la nueva situación anímica del americano asociada con la vieja organización económica y social que sobrevive, sin transformación evidente, dentro de un orden político relativamente diferente.

En los años de actividad bolivariana se libran en gran escala dos guerras sucesivas; primero contra el Imperio español: América contra las fuerzas dominadoras de ultramar; después una múltiple guerra civil, con las características que Bolívar asignaba a estas guerras: ser más desvastadoras y sangrientas que las internacionales, y concluir siempre con el triunfo del más feróz o del más enérgico. I-73, II-933.

Junto con la anarquía, los crímenes definen la época de la liberación. No es preciso apelar a la fantasía; en la propia obra escrita del Libertador se palpan los reflejos de la tragedia. Durante la lucha estuvieron prácticamente suspendidos los principios de humanidad y moral, pero la ferocidad en el continente tiene más lejanos antecedentes; Bolívar denuncia la aniquilación de veinte millones de indios durante la Conquista, I-153(2). Una vez rotas las hostilidades el crimen contra América va in crescendo. Se dice que era frecuente el caso de que a los patriotas, sin respetar sexo ni edad, atacando aun al feto en el vientre de las madres, se les mutilara y asesinara con refinada lentitud y crueldad, I-65. Se motivaba así el espíritu de retaliación y de venganza que reciprocamente se iba estimulando para llegar aexcesos increíbles. El mismo Libertador se hace eco del clamor de estas acciones de lesa humanidad -típico genocidio- y las describe para dejar constancia (3). Para 1815, prólogo de la verdadera contienda, Bolívar considera que ha perecido en la guerra "un octavo de la población", I-164. Los monarquistas hispanos -como lo observó el Libertador- habián venido combatiendo en posición ventajosa, realizando una guerra de exterminio sin haberla declarado, quizá basados juridicamente en las Leyes de Indias que castigaban con la pena capital la rebeldía contra el poder del rey. Por eso el Decreto de Guerra a Muerte firmado en Trujillo, si no resulta justificable, problema moral tangencial a la incumbencia positiva de nuestro análisis, resulta explicable, determinando rigurosamente por sus imperativos históricos. De este modo los americanos eran equiparados a sus adversarios, y estos recibían un trato igual al que ellos daban. "La nación que quebranta primero la ley, es la única que puede llamarse infractora: y es la sola responsable de este atentado. El enemigo que se sirve de las mismas armas con que se le ofende no hace sino defenderse. Esta es la ley más antigua y la más universalmente conocida y practicada", I-346 (4). "El fuego ha reducido a cenizas las ciudades y las campiñas: el hierro ha demolido los edificios, que no devoraron las llamas: el hacha del verdugo ha inmolado al niño, al anciano, a la virgen, al invalido, sin perdonar la inocencia, ni la debilidad; sin perdonar, en fin, ni a los irracionales; pues los brutos que ayudaban al hombre a la cultura de los campos, y le aliviaban sus fatigas, han sido exterminados por sus compañeros", II-1064.

Cualquier observador tiene, con éstos, los primeros elementos para un juicio como el que Bolívar espera de la historia (5).

Además tiene el estudioso, la base inicial para no sorprenderse ante el posterior desenvolvimiento americano. Nuestro continente aún tiene frescas sus heridas; hay una tendencia a considerar los hechos de la lucha militar por la autonomía política como pertenecientes a un pasado muy remoto; y en consecuencia brota fácilmente cierta irresponsable ad advertir las semejanzas y coincidencias de la actualidad con ese ayer tan lejano, que no es lejano ni es ayer sino prefacio del mismo hoy. Este error, proveniente del pésimo estudio y del negligente desconocimiento de nuestra esencia histórica, debe ser corregido a cada paso. Apenas un siglo largo nos separa del nacimiento de la anarquía que no ha muerto. La anarquía subsiste en nuestros días con ropajes de la hora actual, no es otra cosa es el despilfarro de tiempo que debiera ser de positiva creación, así como el suicida derroche de energías en luchas de baja política interna y en plantar suspicacias y librar escaramuzas de desconfianza entre los miembros de la totalidad latinoamericana. No otra cosa sino anarquía es cuanto no nos acerque a los objetivos fundamentales del futuro continental. Desde Ayacucho hasta el presente, siglo y medio transcurridos, es uno el proceso. Todavía en términos conceptuales falta como pedía Bolívar, el unánime esfuerzo, el supremo sacrificio capaz de abrir las puertas a nuevo ciclo histórico.

A la anarquía se suma, como causa coadyuvadora de la contemporánea situación americana, el desconcierto y el desaliento producidos por la ausencia de un programa de acción colectiva que de sentido entusiasta a la actividad integral de nuestro continente.

America Latina continúa hoy viviendo dentro del ciclo que, bajo el signo de la anarquía y de la confusión, se inagura al lograrse la primera etapa de la Revolución latinoamericana, etapa que fue la autonomía política. No hay azar en la producción de los acontecimientos; los períodos y los sucesos históricos se explican los unos a los otros, cobran sentido en la intermitente serie de la vida humana. Para comprender a esta América hay que desempolvar su pasado, o para ser más exactos, hurgar en la maraña de su hoy. Ya en frase perenne ha escrito un notable interprete de la historia: "el pasado es el espejo del presente, y el presente es el montón de fracasos del pasado" (6).
De su hora de desorientación y anarquía queda como una advertencia, todavía con el calor humano del Libertador, su palabra que impone meditación: "La América entera es un cuadro espantoso de desorden sanguinario. Vivimos sobre un volcán y nos desmoralizamos hasta el punto de desconocer todo principio de derecho y de deber, no quedándonos otro resorte capaz de producir efecto, sino el de la fuerza efectiva empleada con inteligencia y oportunidad", II-684.
Los perfiles de su momento interesan profundamente a Bolívar quien se asoma al futuro y vislumbra que la anarquía y los desórdenes contemplados por él, harán frustar buena parte de la obra revolucionaria que entonces se cumple, I-1407. Una vez más se repetirá el fenómeno del tercero que lucra de la discordia ajena. Duele a Bolívar que aun cuando llegue a la Independencia política, quedará en pie el colonialismo cultural, social, económico, e histórico. "Si la América no vuelve sobre sus pasos, si no se convence de su nulidad e impotencia, si no se llama al orden y a la razón, bien poco hay que esperar respecto de la consolidacon de sus gobiernos; y un nuevo coloniaje será el patrimonio que leguemos a la posteridad", II-733.

La Revolución latinoamericana se retarda y estanca por la poca colaboración de quienes, en acción unitaria, pudiera haberla hecho posible. La anarquía era consecuencia de la revolución incompleta, esto es, de la revolución política sin revolución social, económica, jurídica e histórica; y el carácter parcial de la revolución incompleta era consecuencia de la anarquía. Para salir de ese círculo vicioso no existían y no existen sino dos elementos: un plan de acción y una voluntad de acción. El plan ha sido hecho por Bolívar; la acción incumbe a nuestra América.

NOTAS:

1.- CF. I-852 y II-959. Ese es el año de la Revolución Americana. Juntas nacionales asumen el poder en Caracas, Buenos Aires, Bogota y Santiago.
2.- Cálculo, sin duda, exagerado.
3.- Cf: las descripciones minuciosas en: I-153, I-154, II-1056, II-1058, II-1064.
4.- Pregunta Bolívar: "Sería justo sufrir la guerra a muerte y no hacerla?" I-105. Sobre los resultados escribió: "Las consecuencias han acreditado y mostrado la justicia y necesidad de esta conducta, pues destituidos los españoles y canarios de la ventaja con que lidiaban, y asegurados de que su suerte era igual entre nosotros, a la nuestra entre ellos: dejaron de considerarse amos y comenzaron a temernos como hombres", II-1035. Cf. II-1055.
5.- La confianza en el fallo de la historia es nota constante en el Libertador. "La posteridad será bastante recta, para hacerme justicia" I-147. "La posteridad me hará justicia y esta esperanza es cuanto poseo para mi felicidad" II-985. "Soy inocente porque mi conciencia no ha participado nunca del error voluntario o de la malicia, aunque por otra parte haya obrado mal y sin acierto. La convicción de mi inocenciame la persuade mi corazón, y este testimionio es para mí el más auténtico, bien que parezca un orgulloso delirio", II-1070.
6.- Weber Alfred:
Historia de la Cultura, Fondo de la Cultura Económica. México, Pánuco 63, 1943, pág 8.

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