domingo, 12 de julio de 2009

IV.- Gobierno efectivo

La problemática del Gobierno monopoliza una apreciable porción del pensamiento político de Bolívar.

No distingue él con nitidez los términos Estado, Gobierno, Nación; generalmente sinonimiza estos vocablos, y se aleja de toda rigurosa teoría y técnica políticas cuando en la mayor parte de los casos prefiere y usa nombres de tipo histórico: América, Colombia, Venezuela (1).

Se comprende que por la especificidad de su deber, las cuestiones que más interesan al Libertador sean las referentes al Gobierno; éste es el órgano de acción y el medio de expresión colectivos, y de él, en buena medida, depende la felicidad social. A Bolívar preocupa la problemática del gobierno por la repercusión trascendental de éste en la integración de la obra revolucionaria. No podrá conocerse al Libertador sí se olvida su dominante preocupación institucional. La creación del nuevo orden americano no requiere solamente la destrucción del antiguo, un país no se levanta exclusivamente aniquilando a sus adversarios; forzoso es dotarlo de los órganos institucionales adecuados para el desenvolvimiento progresista de su existencia pública. Recuérdese su tesis: "No basta que nuestros ejércitos sean victoriosos: no basta que los enemigos desaparezcan de nuestro territorio; ni que el mundoentero reconozca nuestra Independencia; necesitamos aún más, ser libres bajo los auspicios de leyes liberales emanadas de la fuente más sagrada, que es la voluntad del pueblo". II-1126. Sus proyectos constitucionales, su labor diplomática, su obra moral y su minuciosa atención a los problemas culturales, son facetas complementarias de una misma inquietud.

Al gobierno que él busca construir, le asigna dos tareas sucesivas de máxima importancia; en razón de tal sucesividad llega a sostener la necesidad de una evolución morfológica paralela. Ese gobierno tiene en primer lugar, la obligación de completar la Revolución continental. En el futuro, como tarea subsecuente le toca preservar y defender esa revolución, canalizarla por las vías normales de la evolución histórica, que ha de cumplirse en armonía con el desarrollo de todos los elementos del orden social y económico.

Bolívar resume su ambición en lograr un gobierno adecuado al medio americano. Su especialidad no era el Derecho, ni su ocupación favorita legislar, pero cuando se le invita a redactar proyectos acepta porque el amor patriótico y el interés político lo empujan a servir a su pueblo en todos los terrenos; cree que sus intentos legislativos pueden estimular a otros, y que así alguna vez llegaremos a tener instituciones propias, "sin mendigar modelos"; I-1354.

Al elaborar su tipo de gobierno, Bolívar arranca de la convincción de que no es ése un ente abstracto, sino una institución real que debe atender a la naturaleza de su sociedad. Gobierno y colectividad son dos cuerpos en íntima correspondencia: el gobierno es producto de la vida colectiva; cuando olvida su origen; esto es, cuando se lo edifica con prescindencia total o parcial de su circuntancia, está condenado al fracaso. Por eso Bolívar recalca que el gobierno de Colombia, nada menos que el organismo a cuya suerte confiará su obra inicial debe fundarse "sobre nuestra costumbres, sobre nuestra religión y sobre nuestras inclinaciones, y últimamente, sobre nuestro origen y sobre nuestra historia. La legislación de Colombia no ha tenido efecto saludable, porque ha consultado libros extranjeros, enteramente ajenos a nuestras cosas y de nuestros hechos", II-445.

Examinando sus ideasde crítica histórica se halla el mismo razonamiento. Bolívar mencionaba como razón de la caída de la Primera República, el hecho de que el gobierno de esta ignoró las características de su pueblo; no recogió nunca los imperativos colectivos nacionales, jamás percibió matices.

Bolívar piensa siempre en la efectividad política y administrativa. El gobierno debe ser celoso defensor de su crédito y de su prestigio, debe respetarse a sí mismo y saber administrar su fuerza. Aconseja para estos fines "restringuir la facultad de perseguir sin previsa pruebas calificativas de delito, esta medida es absolutamente necesaria para disminuir males particulares y acreditar al gobierno", II-589; tiene por principio de acción; "clemencia con los insignificantes y rigor con los magnates", II-561.

La forma del gobierno, pese a su importancia, no es cuestión capital. El camino jamás ocupa por entero su atención, la obligación del conductor es orientar hacia el objetivo; el modo de llegar queda al querer y a las posibilidades individuales. Firme característica bolivariana es su aplazamiento de las cuestiones formales y su consagración a la conquista de la efectividad política. "La excelencia de un gobierno no consiste en su teórica, en su forma, ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al caracter de la Nación para quien se instituye", II-1143.

Pero si bien Bolívar aprecia el valor secundario de la cuestión formal, no llega a desestimarla en absoluto. Como no puede existir un gobierno efectivo sin forma, necesariamente ha de considerar el problema que ésta suscita; pero ratifica una vez más la consecuencia con su pensamiento general, al dividir el problema formal en dos aspectos que podríamos denominar: forma moral y forma jurídica. En su concepción la primera priva sobre la segunda, aunque en la práctica la sintetice: reconoce que las características morales necesitan vivir en expresiones legales, y que recíprocamente estas requieren inpiración ética. Así el gobierno -moralmente- debe ser justo, liberal, fuerte, popular y sencillo; y todo ello cristalizará jurídicamente en un gobierno republicano, centralista, civil y democrático. Gobierno fuerte y sencillo, además de lo dicho, alude especialmente a gobierno centralista, opuesto al federal que a su juicio resulta débil y complejo. Su aspiración es un gobierno, síntesis de todas las características enunciadas, "que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un Gobierno que haga triunfar el imperio de las leyes inexorables, la Igualdad y la Libertad", II-1155.

Convencido Bolívar de la primacía de la efectividad política, en todo momento antepone el asunto de los fines al de la apariencia del Estado. Por esta vía responde, con evidente despliege de sagacidad y de penetración política, a la vieja pregunta sobre cual es la mejor forma de gobierno. "El sistema de gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política", II-1141. Poco vale el nombre, poco los órganos menores, poco la forma; lo esencial es el resultado, la dimensión práctica: su proyección creadora simultaneamente en el orden moral individual, en el social y en el histórico-político. Es decir, la consecución de us deseado trinomio: felicidad, seguridad y estabilidad.

Es una configuración completa de lo que en Bolívar llamamos gobierno efectivo, además del limitado crédito que concede a la cuestión formal, debe anotarse la importancia que reconoce a los hombres. Recuerda que "a veces son los hombres, no los principios, los que forman los gobiernos", II-1142; por eso en la medida inversa de su menosprecio por el problema de las apariencias llega a estimar el papel de los hombres. Según su tesis, el gobierno como realidad democrática, como institución emanada del pueblo y para beneficio del pueblo, debe ser formado por hombres solventes y capaces que procedan de las actividades ciudadanas ordinarias. Bolívar insiste categóricamente en la diferencia de atribuciones entre los miembros del estado, al referirse a militares y civiles deja corto a los máximos civilistas de América, afirma la incompatibilidad de esas dos esferas. El problema de América no es tan sencillo para ser planteado en forma dilemática, no es una simple cuestión de disyuntiva sino algo más profundo, pero en un momento cuando cualquiera posición eclética, era dudosa, Bolívar escoge el extremo que más le ajusta. Su dictrina alienta su conducta, ilustra y define su actividad; subraya que el deber de los civiles meritorios es participar en la gestión pública y rescatarla de los demagogos; el Estado es una complicada empresa que pide capacitados gerentes. Al reclamar a Roscio, Castillo y Madariaga, próceres civiles de la emancipación, su colaboración en asuntos públicos, les recuerda: "En vano las armas destruiran a los tiranos, si no establecemos un orden político capaz de reparar los estragos de la revolución. El sistema militar es el de la fuerza, y la fuerza no es gobierno", I-222. A su juicio, poco pueden las leyes cuando los hombres se obstinan en violarlas; "los códigos, los sistemas, los estatutos por sabios que sean son obras muertas que poco influyen sobre las sociedades: hombres virtuosos, hombres patriotas, hombres ilustrados constituyen las Repúblicas", II-1142. En la vida política más vale una realidad que un millón de ilusiones, por eso el empeño del político que aspira a fundar de verdad, comienza por la moral, empieza a edificar por dentro, por los ciudadanos; primero prepara la estructura íntima del pueblo, no porque niegue el valor educativo de la ley ni su trascedencia como posible instrumento de revolución, sino porque palpa, no pocas veces, su debilidad frente a la circunstancia positiva. El método es entonces, penetrar con habilidad en la vida social, y lograr enrumbarla con constancia por donde interesa.

Para Bolívar la tarea es hacer un gobierno y hacer un pueblo. Modificar, en el sentido de organizar, el pueblo existente. Educarlo, liberarlo; asistir a la quiebra de un sistema y contribuir con su aliento a romper las moribundas estructuras para reemplazarlas por las adecuadas al progreso económico, político y social de su pueblo. Tal es, en síntesis, la tarea que por definición corresponde a un revolucionario. Inventar un sistema de gobierno que sea estímulo para el avance social, pero que no fracase por utópico; forjar un régimen efectivo digno de un gran pueblo. Crear un pueblo digno de un avanzado sistema político.

NOTAS:
1. La Teoría Política en nuestros días precisa el concepto privativo de cada uno de esos tres conceptos. Así se han hecho visibles sus similitudes y sus diferencias; aunque pertenecen a distintos niveles del conocimiento científico, si fueran mentalmente colocados en forma superpuesta mostrarían sus desiguales extensiones.

El término Nación, que corresponde al plano social, es el de mayor extensión; se le usa para nombrar la población y sus vínculos culturales: cierta comunidad de tradición, lenguaje, religión, costumbres, ideales, etc.; a tales vínculos pueden añadirse en algunos casos, otros de tipo natural: vecindad geográfica, similitud étnica. El concepto de Nación alude a la institución de mayor permanencia; prácticamente la nación es perpetua.

El término Estado, pertenece al plano jurídico-político. Es la organización legal, o personalidad jurídica, de la nación; no obstante, que la nación es uno de sus elementos, tiene el Estado menor extensiónen cuanto puede concebirse una Nación sin Estado pero no lo contrario. En el tiempo, la duración del Estado es media; cambia más que la Nación y menos que el Gobierno.

El concepto Gobierno, muy afín al del Estado, podría ser situado en un plano casi idéntico al de éste aunque más acentuadamente político. Es de extensión mínima en relación con los otros, ya que se refiere al conjunto de los personeros del Estado, es decir, a sus gestores. Es de menor duración -también relativamente- por cuanto cambia con facilidad superior a la usada para los cambios de Estado.

domingo, 28 de junio de 2009

III.- Libertad e Igualdad

La libertad es el principio rector por autonomasia de la concepción y de la vida política de Bolívar. El adapta a su circunstancia americana los principios elaborados por los máximos doctrinarios revolucionarios de todas las épocas. En no pocas ocasiones Bolívar se adelanta a su tiempo, en otras responde a éste con sinceridad; presisamente aquí hay una señal de importancia poco apreciada hasta ahora. Hay mérito en anticiparse, pero también lo hay en comprender a cabalidad su hora. Subrayando inténsamente su nota regional muchos espíritus selectos conquistaron la universalidad; siendo fiel a la historia que se vive iníciase el tránsito a la intemporalidad.

Para Bolívar la acción individual no puede tener otra barrera que la voluntad social cristalizada en el Derecho; esta es la esencia de la libertad, así se lo enseñaron los Enciclopedistas, los mayores exégetas de este bien (1). Así consta en la Declaración de los Derechos del Hombre, cuya redacción sigue él de cerca en un empeño de lealtad al espíritu insurgente de entonces, pero a la cual introduce significativas variantes para ratificar su carácter revolucionario, más avanzado que el de los líderes franceses. La libertad se traduce en autonomía, significa la ruptura de la servidumbre, y sobre todo, la irrestricta expresión del pensamiento, que viene a ser dentro de la ortodoncia bolivariana "el primero y más inestimable don de la naturaleza. Ni aun la ley misma podrá jamás prohibirlo" (2). Más Bolívar expresa una distinción que estaba implícita en los Maestros, y se comprende que lo haga porque los escritos de él se dirigen a una sociedad de bajo nivel intelectual, y donde ha habido desde entonces interesados en desprestigiar los principios. La libertad teórica, institución perfecta y absoluta, no debe ser confundida con la libertad práctica. La libertad desorganizada, sin cauces, sin forma, ni sistemas ni medios, "la libertad indefinida, la Democracia absoluta, son los escollos a donde han ido a estrellarse todas las esperanzas republicanas", II-1148. El político militante inspirándose en los valores integrales puros, debe cifrar su esfuerzo en la más correcta y factible concreción de éstos. Apuntará muy alto, al blanco dibujado por la teoría, para alcanzar -unos grados más abajo- el desiderátum de la vida común. "La libertad práctica no consiste en otra cosa que en la administración de la justicia y en el cumplimiento de las leyes, para que el justo y el débil no teman, y el mérito y la virtud sean recompensados", II-1261. Bolívar acuña esta frase: "suprema libertad social" que sintetiza un sistema estable de felicidad colectiva. "No aspiremos a lo imposible -dice-, no sea que por elevarnos sobre la región de la Libertad, descendamos a la región de la Tiranía. De la libertad absoluta se desciende siempre al Poder absoluto, y el medio entre estos dos términos es la Suprema Libertad social. Teorías abstractas son las que producen la perniciosa idea de una libertad ilimitada. Hagamos que la fuerza pública se contenga en los límites que la razón y el interés prescriben: que la voluntad nacional se contenga en los límites que un justo poder le señala: que una Legislación civil y criminal, análoga a nuestra Constitución domine imperiosamente sobre el Poder Judiciario, y entonces habrá un equilibrio, y no habrá el choque que embaraza la marcha del Estado, y no habrá esa complicación que traba, en vez de logar la sociedad", II-1149.

El pueblo del Nuevo Mundo, irreductible, combatiente por la libertad, ha defendido la igualdad con similar constancia; particularmente en Venezuela, ella es "la base fundamental desde el día glorioso de nuestra insurrección", II-1105; y en el credo del Libertador, como en la conciencia popular ocupa el mismo puesto de privilegio (3). La igualdad llega a iluminar otras esferas de su ideología, y por sí sola explica -por ejemplo- su tenaz vocación democrática y la intolerante repulsión que le merece la monarquía. No cesa de proclamar enfático que su sitema "tiene por bases constitutivas una absoluta igualdad de derechos, y una regla de justicia, que no se inclina jamás hacia el nacimiento o fortuna, sino siempre en favor de la virtud y el mérito", II-1007.

En Hispanoamérica la existencia republicana es inconcebible sin la igualdad. La guerra ha tenido entre sus móviles anular las diferencias. En este campo estima Bolívar que la ley debe ser categórica: consagrar la igualdad total como norma suprema que inspira la universalidad del orden jurídico: ella "es la le de las leyes", II-1226, sin ella perecen todas las garantías y son ilusorios todos los derechos.

Bolívar se adelanta a su época cuando afirma que "la igualdad legal es indispensable donde hay desigualdad física", II-773. Por igualdad legal se entiende, dentro de su teoría, la igualdad efectiva, producida por la ley bajo cualquiera formulación; confróntese esta idea con el contexto de toda su obra escrita y de su vida. El Libertador aprende en los hechos que la igualdad en la sola frase del Derecho, estimula la desigualdad física o social, lejos de hacerla desaparecer; por eso quiere que la ley mediante un adecuado sistema compensatorio de fuerzas corrija la desigualdad social. El vislumbra el desenlace de la Cuestión Social que en esos momentos ya agita a Europa, y aunque no consigue una expresión feliz dentro de la técnica jurídica, parece instuir la respuesta de nuestro tiempo: el Derecho Social. Se piensa hoy que donde existen energías o posibilidades desiguales, debe haber una fórmula de desigualdad legal que las equilibre. En cierto modo se retorna a la justicia distributiva que no recomienda un mismo trato para todos sino trato igual a los iguales y desigual a los desiguales. La igualdad preconizada por el Libertador, así entendida, es la única que encaja en su plan de justicia revelado en la unidad de su obra, y también la única que armoniza con su preferencia por lo concreto antes que por las aberraciones así sean bellas y nobles (4).

La seguridad es otra de sus columnas angulares, "consiste en la garantía y protección que la sociedad concede a cada uno de sus miembros para la conservación de su persona, derechos y propiedades. "La libertad pública individual que nace de este principio está protegida por la ley", O'Leary, XVI-139. Adviertase que en la Declaración de los Derechos del Hombre no se define la Seguridad; Bolívar sigue aquí el texto de la Constitución de 1811 (5), pero al respecto va más lejos cuando inventa una expresión feliz que corresponde a una realidad sustancial de años posteriores a los suyos: "Seguridad social", II-1141. Con ésta, unida a la estabilidad política y a la mayor suma de felicidad posible, construyó en Angostura el tríptico funcional del gobierno óptimo. En los días que corren, la seguridad social es exponente fiel de una etapa histórica que cual ninguna otra ha estado bajo el patrocinio de la sociedad; en lo político, económico, jurídico, y en una infinidad de esferas de la aciión contemporánea se afirma ese común signo colectivo de la nueva hora, signo que cristaliza de modo insuperable en la Seguridad Social: una de las máximas empresas para lograr en la tierra la dicha del hombre y el triunfo cabal de sus anhelos de bienestar y paz.

Frente a la propiedad, "derecho de gozar y disponer libremente de sus bienes y del fruto de sus talentos, industria o trabajo" (6), la actitud de Bolívar presenta interesantes rasgos. También para él, garantizar y proteger la propiedad es tarea obligatoria del Estado. Inclusive la coloca ,al lado de la igualdad, la libertad, la seguridad, entre los cuatro derechos que expresamente consagra influido por Locke y Hume -inpiradores de los Enciclopedistas- y por la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) (7). Pero, por lógica del movimiento revolucionario hispanoamericano, Bolívar hace esclarecedoras correciones del texto promulgado por la Revolución Francesa, y dicta medidas audaces respecto a determinadas manifestaciones de la propiedad. Ya se verán, en relación con su Reforma Agraria, las características de tales medidas. El fundamento de la propiedad es la justicia; cuando éstas faltan, la propiedad es usurpación y violencia. La propiedad que al estado surgido de un movimiento popular incumbe proteger, es la propiedad legítima conforme a la ética y la ley del nuevo orden. Contradictorio y absurdo sería, que un régimen de prestigio democrático cierto, prestara su fuerza a la propiedad que vulnera la igualdad, y que frusta parcialmente la Revolución al escamotear la justicia e impedir la superación de las masas que por ella se han sacrificado. Mientras estas necesidades no sean satisfechas, el ideal bolivariano milita contra la propiedad inmoral, injusta e ilegítima, como milita contra los factores opuestos a los fines supremos de la acción libertadora. Otra interpretación es insostenible por cuanto es respaldo a la propiedad tradicional entrañaría la consolidadción económica del sistema colonial contra el cual Bolívar dirige sincronizadamente todas las baterías de la rebelión democrática. Todavía más, el avanzado revolucionarismo del Libertador se hace evidente cuando, refiriéndose a la normal propiedad privada, reconoce los derechos más altos de la sociedad. De esta manera admite sin vacilar la expropiación cuando "la necesidad pública o de utilidad general, probada legalmente, lo exijan; en estos casos la condición de una justa indemnización, cuando las circuntancias lo permitan, debe presuponerse". Obsérvese que la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, síntesis del pensamiento revolucionario de los Enciclopedistas y de sus predecesores ingleses, redacción del Abate Sièyes establece: "Siendo la prpiedades un derecho inviolable y sagrado, nadie puede ser privado de ellas, sino cuando una necesidad pública, legalmente comprobada, lo exija evidentemente y bajo la condición de una justa y previa indemnización" (8). Bolívar eliminó lo de "derecho inviolable y sagrado", amplió la causal de expropiación añadiendo, a la necesidad pública el concepto más extenso de "utilidad pública"; o sea que a su juicio procedía la expropiación cuando la requiera la salud pública (necesidad), imperativo ineludible, y también cuando la pidiera el bien público (utilidad general), imperativo no forzoso pero conveniente para el progreso social. Además descarga al Estado del compromiso obligatorio de la indemnización estableciéndola para "cuando las circunstancias lo permitan"; igualmente le suprime el carácter de "previa". Así propuso: "Nadie puede ser privado de su propiedad, cualquiera que sea, sino con su consentimiento, a menos que la necesidad pública o la utilidad general, probada legalmente, lo exijan. En estos casos la coindición de una justa indemnización, cuando las circunstancias lo permitan, debe presuponerse", O'Leary, XVI-140. Los congresitas aprobaron esta versión podándole las significativas palabras: "cuando las circunstancias lo permitan" (9); más audaz resulta así el pensamiento de Bolívar que el de los legisladores de Angostura, y de ese modo ratifica una vez más, y en forma que no deja lugar a dudas, su carácter esencialmente revolucionario.


NOTAS:
1. "La libertad es el poder que tiene cada hombre de hacer cuanto no esté prohibido por la ley. La ley es la única regla a que debe arreglar su conducta"., Art. 2°, Título I, Sección 1° del Proyecto de Constitución de Angostura, O'Leary, XVI-138. El Congreso pulió la redacción: "La libertad es la facultad que tiene cada hombre de hacer cuanto no esté prohibido por la ley. La ley es la única regla a que debe conformar su conducta", Art. 2. Tít I, Secc. 1ª, Constitución de 1819. En la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, se lee: La libertad consiste en poder hacer todo lo que no dañe a otro; por lo tanto, el ejercicio de los derechos naturales del hombre no tiene otros límites que aquellos que aseguran a los demás miembros de la sociedad el goce de los mismos derechos. Estos límites no pueden ser determinados más que por la ley". Paine, Thomas: "Los derechos del hombre". Fondo de Cultura Económica, México, pág. 102.
2. O'Leary: XVI-138. El Congreso aprobó: "es el primero y más inestimable bien del hombre en sociedad". Art. 4, Tít I., Secc. 1ª, Constitución de 1819. En la Declaración de los Derechos del Hombre, se dice: "es uno de los derechos más preciosos del hombre". Paine: Ob. cit., pág. 103.
3. En la citada Declaración de Derechos del Hombre se expresa que los derechos naturales e imprescindibles del hombre, son: "La Libertad, La Propiedad, La Seguridad y la Resistencia a la Opresión". Pine: Ob. cit., pág 102. en su proyecto constitucional de Angostura modifica Bolívar el orden colocando la Seguridad antes de la Propiedad, y reemplaza la Resistencia a la Opresión por la Igualdad. 2son derechos del hombre, la libertad, la seguridad, la propiedad y la igualdad", Art. 1º, Tít. I, Sec. 1ª. O'Leary: XVI-138.
4. En el Discurso de Angostura dice: "Mi opinión es, Legisladores, que el principio fundamental de nuestro sistema, depende inmediata y exclusivamente de la igualdad establecida y practicada en Venezuela. Que los hombres nacen todos con derechos iguales a los bienes de la sociedad, está sancionado por la pluralidad de los sabios; como también lo está, que no todos los hombres nacen igualmente aptosa la obtención de todos los rangos; pues todos deben practicar la virtud y no todos la practican; todos deben ser valerosos, y todos no lo son; todos deben poseer talentos, y todos no los poseen. De aquí viene la distinción efectiva que se observa entre los individuos de la sociedad liberalmente establecida. Si el principio de la igualdad política es generalmente reconocido, no lo es menos el de la desigualdad física y moral. La naturaleza hace a los hombres desiguales, en genio, temperamento, fuerzas y caracteres. Las leyes corrigen esta diferencia porque colocan al individuo en la sociedad para que la educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, le den una igualdad ficticia, propiamente llamada política y social". II-1140.
5. Cf. Artículo 2º del Capítulo 8º de la Constitución Federal Venezolana de 1811.
6. O'Leary: XVI-139. Tampoco se define la Propiedad en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
7. En el Proyectode Constitución de Bolivia estos cuatro principios fueron sintetizados y englobados en un solo artículo: "La libertad civil, la seguridad individual, la propiedad y la igualdad ante la ley se garantizan a los ciudadanos por la constitución". Bolivia, II-135. Las ciatdas definiciones de la Seguridad y la Propiedad corresponden al Proyecto de Constitución de Angostura.
8. Paine, Thomas: Ob. cit., pág.103.
9.Véase esta Constitución en el Indice Constitucional de Venezuela, por el Dr. Ulises Picón Rivas. Editorial Elite. Caracas, 1944.

lunes, 15 de junio de 2009

II.- Revolución política: Emancipación y Equilibrio

La acción política del Libertador se encamina en su momento inagural hacia dos labores previas. Si fuera necesario distinguirlas con sendas palabras serían ellas, para la primera: emancipación; para la segunda: equilibrio.

Estos dos objetivos que integran la primera fase del esfuerzo bolivariano se conjugan con otras aspiraciones revolucionarias paralelas y complementarias, en el ín supremo de la Independencia.
El propósito político del comienzo, la emancipación, es parte esencial del ideal revolucionario que a largo plazo busca la redención creativa de la nacionalidad hispanoamericana; en ese momento el asunto es la obtención de la autonomía; conseguir que nuestro mundo neo-hispano ya bastante definido aunque menor de edad a pesar de sus tres siglos, lograra el derecho de regirse y de hacerse, de disponer de su suertte y elegir su vía. La hora no podía ser de vacilación. A los escépticos Bolívar les diagnostica: "esas dudas son tristes efectos de antiguas cadenas", II-993. Con firmeza convoca a la obra grande que supere los límites de la parroquia nacional: "Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana", II-993. Bolívar se afana en su inicial instante por fundar y construir materialmente, para luego, en la hora segunda, hacerlo espiritualmente. La cuestión de la forma nunca logra pasar a un discreto plano secundario. Al aspecto material de la emancipación consagra las tres cuartas partes de su ciclo heroico. (1)
La suerte estaba echada desde el juramento ante el maestro Rodríguez en Roma. La Sociedad Patriótica en 1811 servirá de tribuna para su evangelio autonomista: contra la subordinación a la corona española, contra la opresión y el despotismo. Nada le detiene en su anhelo de acercarse a la más sublime esencia de la perfección política. La libertad -estima- es el "único objeto digno del sacrificio de la vida de los hombres", II-1078. Consciente del mérito de su decisión dirá: "siempre es grande, siempre es noble, siempre es justo conspirar contra la tiranía, contra la usurpación y contra una guerra desoladora e inicua", I-492. Y repetirá más adelante ç, con claro conocimientos de los riesgos y estimulando a los seguidores de su causa: "Es laudable, es noble y sublime, vindicar la naturaleza ultrajada por la tiranía: nada es comparable a la grandeza de este acto y aun cuando la desolación y la muerte sean el precio de tan glorioso intento, no hay razón para condenarlo, porque no es lo asequible lo que se debe hacer, sino aquello a que el derecho nos autoriza", II-1069.
A la agonizante estructura del colonialismo despótico opone Bolívar la estructura de la Independencia, y su presupuesto básico: la emancipación. La Escuela Tradicional en su empecinamiento de no ver sino al Bolívar guerrero y político, ha venido confundiendo Emancipación e Independencia. Emancipación alude exclusivamente a lo político inmediato, como ya se ha indicado. La Independencia en Bolívar tiene un alcance mayor del que ordinariamente se le ha reconocido. Insistimos en que para Bolívar, independencia es un vocablo socio-histórico que resume toda la tarea de creación y libertad de América. Independencia para él es: separación del imperio español, edificación jurídica de un continente libre, absoluta soberanía económica, realización integral de la justicia, inspiración constante en la moral. "No basta que nuestros ejércitos sean victoriosos: no basta que los enemigos desaparezcan de nuestro territorio, ni que el mundo entero reconozca nuestra Independencia; necesitamos aún más, ser libres bajo los auspicios de leyes liberales, emanadas de la fuente más sagrada, que es, la voluntad del pueblo", II-1126. En realidad concibió la independencia como una empresa tan dilatada que no podía ser obra de una sola generación. La lucha por la independencia así entendida -"sustituida a cuantas dependencias antes nos encadenaban", II-1106- no ha acabado ni da muestras de ser concluida a breve plazo, Bolívar hizo el plan y empezó a realizarlo. Su mérito está en la concepción orgánica y en la culminación de la primera etapa; nadie ha visto a nuestra América con la mirada de síntesis suya. Nadie dirigió y consiguió mayor avance en la obra común. (2)
Una sinopsis del extenso programa unitario, implícito en su acción global ya la hemos formulado así:
Revolución política: por la emancipación frente a la metrópoli hispana.
Revolución económica: por la aproximación a la estructura del salariado; por la justicia económica y el disfrute de los americanos de los bienes propios del suelo que les pertenece.
Revolución social: por la abolición de la esclavitud, de los privilegios y de las barreras estamentistas; por el afianzamiento de la igualdad.
Revolución jurídica: por la Creación del Derecho Americano.
Revolución histórica: por la mística de acción y la existencia de un programa de paz y armonía universal en una sociedad segura de su destino.
Revolución espiritual: por el triunfo de la moral.

Jamás se diseño una obra de mayor pureza y coherencia revolucionarias.
También es revolucionario, pero en la medida que impone la lógica histórica, el propósito bolivariano del equilibrio. Rotos los lazos de la dependencia política, hay necesidad de estabilizar la obra, es preciso entonces echarle a andar por las rutas del tiempo para ir conquistando sucesivamente las otras cumbres, sobre cada una de las cuales será sembrado un cimiento de la inmensa arquitecura. Es el momento de defender lo que se consiguió a tan alto precio, y sin pausas continuar hasta el fin. La autonomía fue el único bien que se adquirió a costa de todos los demás, por eso se comprende que la estrategia sea establecer sólidamente los jóvenes estados y enderezarlos hacia los otros objetivos complementarios.

Es de equilibrio este paso segundo del trabajo bolivariano, porque en muchos aspectos de estabilidad y la creación de permanencia que a él preocupan, se expresan en una situación de balance u oscilación entre dos tendencias; juego de dos elementos, con la mira en un sitio equidistante de los extremos. Tal es la intención de encontrar el justo punto medio entre la ley y ya realidad social; entre el gobierno y el pueblo; entre los cambios y la estabilidad.

Bolívar tiende a una situación de equilibrio entre la ley y la realidad colectiva; equilibrio que se traduce en aproximada ecuación. Todas las circuntancias deben estar reflejadas en la norma jurídica que, al mismo tiempo, debe contener la pauta de adelanto; nunca debe divorciarse el Derecho de su soporte social e histórico. La ley es instrumentode progresosobre la tímida y conservadora fijeza de la costumbre, pero la ley no ha de remontarse a esferas utópicas desvinculadas de su realidad; entre el Derecho -regla de avance- y la realidad que va a ser regida, el ideal es el equilibrio.

Los términos actuantes de la relación política son la sociedad y su órgano conductor: pueblo y gobierno. También entre esos elementos busca Bolívar el equilibrio: los ciudadanos deben gozar de todas las garantías, de toda la libertad e igualdad legales que son posibles, y el gobierno debe ser respetado, y estar afianzado en situación que a su vez le permita hacer respetar la voluntad colectiva. Son dos entes en plano de equiparación;y esa equiparación es factible por la norma jurídica que dibuja dos círculos secantes: el de los deberes y derechos de los ciudadanos y el de las facultades del gobierno.

El Derecho es el instrumento realizador del equilibrio bolivariano; como regla objetiva puede ser concebida y expresada con indesviable preocupación de imparcialidad. A los representantes populares toca hallar la fórmula; como legislador él se atreve a insinuar soluciones.

Igualmente aspira al equilibrio entre la anarquía y la tiranía, grave problema; opresión o desorden es el dilema y Bolívar dice: ni opresión ni desorden. Ni anarquias ni tiranías monócratas, I-170. Entre ambos términos como posibilidad de compensación, está el gobierno popular, republicano, centralista. Para salvar ambos escollos está la Constitución que detiene a la colectividad en sus excesos, y frena a la autoridad en sus desmanes, a la vez que es vehículo de educación y crisol de disciplina cívica. (3)
Entre los cambios y la estabilidad también quiere el Libertador encontrar el equilibrio creador, es decir, la supervivencia de la autonomía y la paulatina y segura cristalización de su obra. No permitir retrocesos históricos ni que la obra revolucionaria se niege a si misma, no caer muy abajo por aspirar demasiado alto; seguridad; limar; podar, corregir lo viejo, extirpar lo dañoso. Salvar lo que se puede del naufragio y abrir cuenta nueva hacia el porvenir. Equilibrio creador, es la consigna. "Conciliar la existencia de la república, los derechos de los ciudadanos, la firmeza del poder, la estabilidad de las instituciones, dar al pueblo toda la suma de dicha y de libertad, y al gobierno toda la energía y fuerza posibles, sin conmociones escandalosas que nos hagan débiles en lo interior y censurables en lo exterior" I-1404, I-1413. Su camino es el de los genuinos revolucionarios: destruir un sistema nocivo, sustituirlo por el que el pueblo anhela y defenderlo de todas las acechanzas.
1.- Al equilibrio, es decir, a la construcción formal, dedica Bolívar el último cuarto de su ciclo. Del año 1810 al 25 va a la primera etapa que se inicia en Caracas el 19 de abril y concluye en el Callao con la rendición de Rodill (enero, 1826).
2.- Sobre las características del sistema colonial en todos sus aspectos, ver Memorias del General Daniel Florencio O'Leary: Narración. Imprenta Nacional. Caracas, 1952. Tomo I, págs. 26 y siguientes.
3.-"Para formar un Gobierno estable se requiere la base de un espíritu nacional, que tenga por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos capitales, moderar la voluntad general y limitar la autoridad pública; los términos que fijan teóricamente estos dos puntos, son de difícil asignación; pero se puede concebir que la regla que debe dirigirlos, es la restricción, y la concentración recíproca a fín de que haya la menos frotación posible entre la voluntad y el Poder legítimo. Esta ciencia se adquiere insensiblemente por la práctica y por el estudio. El progeso de las luces es el que ensancha el progreso de la práctica, y la rectitud del espíritu es la que ensancha el progreso de las luces", II-1149. Véase también II-1253.

viernes, 12 de junio de 2009

I.- La Patria, concepto central

Clasificado en cuanto a su acción y su obra intelectual, Bolívar es un político. La nota política, por y para razón de su trabajo, predomina en todo instante en su personalidad.
Bolívar es un "político" en la acepción amplia que hace al término aludir a una vasta disciplina de lo público. Tal es el sentido original; el vocablo, que fue invención helénica, es un derivado de sociedad a través de Ciudad-Estado (polis), que era la forma social suprema y tangible.
La Ciencia Política de nuestros días se ha erigido sobre el exclusivo tríptico temático de los asuntos relativos a la génesis, ontología y morfología del Estado. Bolívar no fue un pensador abstracto limitado a tres cuestiones precisas, ni tampoco un teórico aunque en el enfoque de los probllemas revelara una personalidad levantada sobre una estructura mental básica, y aunque sus opiniones y sus soluciones fueron brotes legítimosde esa peculiar formación intelectual. No llegó él a conocer los afanes recientes por dar al concepto la mayor nitidez posible, por otra parte, Bolívar desborda la aceptación actual de la Política con dos elementos, uno de naturaleza filosófica, así subjetiviza en muchas ocasiones la realidad, y por ello más que un político científico resulta un filósofo político; y el segundo se refiere a su comportamiento: la Política para el Libertador es en gran parte cuestión normativa, esto es, de conductra, de arte. Hay un arte de acercarse a los problemas del Estado, de tratar y conocer a los hombres, de encauzar la acción de los gobernantes.
Tres son las facetas: ciencia, filosofía y arte. Pero la realidad es una sola. El motivo capital es uno: el Estado, la nacionalidad, la patria. Se trata de un mismo fenómeno visible en tres niveles: en el jurídico, en el social, en el espiritual.
Siguiendo un rígido criterio bolivariano de importancia, debemos citarlos en orden inverso: Patria, nacionalidad, Estado. Esta última forma interesa en tanto es la concreción positiva y jurídica de la realidad espiritual que es la patria. La preocupación central y fundamental del pensamiento de Bolívar es la patria. No se trata simplemente del suelo natal, territorio americano conquistado por la corona española y redimido ulteriormente por los libertadores. Tampoco se trata, en términos abstractos de sus hombres. En la noción de Patria se integra la realidad geográfica con la humana, y con la circunstancia histórica: tradición, anhelos, vida. El elemento histórico-espiritual es el que da existencia y fisonomía a la Patria, al lograr fundir en una todas sus partes.
Ligando con pasión afectuosa los varios componentes, e incitando al culto de la Patria, elabora Bolívar una definición: "Primero el suelo nativo que nada: el ha formado con sus elementos nuestro ser; nuestra vida no es otra cosa que la esencia de nuestro país; allí se encuentran los testigos de nuestro nacimiento, los creadores de nuestra existencia y los que nos han dado almapor la educación; los sepulcros de nuestros padres yacen allí y nos reclaman seguridad y reposo; todo nos recuerda un deber, todo nos excita sentimientos tiernos y memorias deliciosas; allí fue el teatro be nuestra inocencia, de nuestros primeros amores, de nuestras primeras sensaciones y de cuanto nos ha formado. ¿Qué títulos más sagrados al amor y a la consagarción?", I-1449. La Patria no es producto de un ímprtu egoista, ni resulta de la acción excluyente de un grupo selecto ni de una hora estelar. La Patria es una verdad dinámica, en la cual se conjuga el aliento de todos sus hijos y de todos los instantes de su vivir.
Para él la patria no es palabra de vacía demagogia, ni un pretexto de muerte para la agresión fraticida en exclusivo beneficio de reducidas minorias expoliadoras. La Patria es sinceridad, no hipocrecia: La patria es un deber; deber de consecuencia con su tiempo y con su medio; consecuencia con su generación. Es su noción patríotica el vínculo ético es esencial; los requisitos morales son los únicos que exige para el disfrute igualitario de los goces de la vida social. "El hombre de honor no tiene más patriaque aquella en que se protegen los derechos de los ciudadanos, y se respeta el carácter sagardo de la humanidad: la nuestra es la madre de todos los hombres libres y justos, sin distinción de origen y condición", I-493. Por la patria está listo para todos los sacrificios, no solo al de su fortuna o de su vida, sino hasta el del honor y la popularidad; su prédica inspira después el aforismo de Martí: "la Patria es ara y no pedestal".
La patria es el pueblo, la totalidad social de la cual se produce y a la que se debe servir con preferencia. La idea y la lucha de Bolívar jamás se contradicen porque se orientan en pos de un mismo norte; la empresa bolivariana es por definición empresa popular, de absoluta fidelidad revolucionaria, de segura raigambre colectiva. Dista mucho Bolívar de los "demagogos", su verbo los fustiga y su vida los niega. La política lo cautiva y absorbe en cuanto es rectitud, lealtad y vocación por lo popular, interpretación de un recio clima colectivo.
Pero Bolívar rehúye las vaguedades; para él "la patria es la América", II-1072. "Una sola debe ser la patria de todos los americanos", I-294. La patria es realidad actuante y dinámica: es Hispanoamérica; se llama Colombia, Venezuela, se llama Caracas, porque a su ciudad jamás la olvida, es nota constante en su alma. Cualquiera que sean los accidentes, Caracas siempre es la primera en su espíritu, por Caracas inicia el itinerario de su afecto continental.(1)
"Venezuela es el ídolo de mi corazón y Caracas es mi patria, juzgue Ud. -dice a Alamo en 1829- cuál será mi interés por su prosperidad y engrandecimiento", II-826. No cesa de repetir estos sentimientos; "ninguno ama a Venezuela más que yo", II-842. Una vez terminados sus compromisos con el hemisferio desearía consagrase exclusivamente a ella, aunque, conocedor de sus conciudadanos, no oculte declarar: "más miedo le tengo a mi querida patria que a toda la América entera. Soy capaz de encargarme con más facilidad de la dirección de todo el Nuevo Mundo, más bien que de Venezuela", I-1088.
Ni uno solo de los problemas americanos habrá de serle extraño. Su acento patríotico jamás sufrirá cambios, la patria será siempre el estribillo de su canción política. Fuerzas tendrá siempre para el bien de su América. Amor y simpatía habrá para los amigos de su pueblo, y para los malvados habrá, por el contrario, el odio eterno. "Basta de sangre y de ruinas en la pobre Venezuela, ¿mil maldiciones le acompañen al infierno al que pretenda su poder sobre escombros amasados en sangre!", I-1481.

1. En 1825 escribe a Páez y repite lo mismo a Mariano Montilla: estoy "comprometido a defender a Bolivia hasta la muerte como a una segunda Colombia: de la primera soy padre, de la segunda soy hijo: así mi derecha estará en las bocas del Orinoco y mi izquierda llagará hasta las márgenes del Río de la Plata. Mil leguas ocuparan mis brazos, pero mi corazón se hallará siempre en Caracas: allí recibí la vida, allí debo rendirla; y mis caraqueños serán siempre mis primeros compatriotas. este sentimiento no me abandonará sino después de la muerte", I-1181 y 1184.

Proclama el 4 de julio de 1827: "¡Caraqueños! Nacido ciudadano de Caracas, mi mayor ambición será conservar este precioso título: una vida privada entre vosotros será mi delicia, mi gloria y la venganza que espero tomar a mis enemigos", II-1241.

A Fernando Toro escribe en septiembre de 1822, desde Cuenca: "Tu me pintas la suerte de Caracas como es y debe ser. Tu me pides que vuelva sin demora, porque Caracas tiene privilegios sobre mí. Conozco más que nadie los derechos que tiene sobre sus hijos el suelo nativo; debes creerme, estoy devorado constantemente por las más crueles inquietudes con que me represento a Caracas. Un espíritu profético me acerca males remotos e inciertos; yo los saboreo en la amargura de un hijo que mira destrozar el seno de su propia madre, y la criatura de sus entrañas. Piensa, después de esta confesión sincera; lo que la previsión me persuade y me hace expewrimentar, pero oye; yo ya no soy de Caracas sola, soy de toda la nación que mi constancia y mis compañeros han formado...", I-684.

domingo, 31 de agosto de 2008

VIII.- Reforma espiritual: proyección de la virtud

Bolívar participa con características muy definidas en un movimiento en pro de la exaltación de la moral al sitio de norma rectora de la acción en América. En eso fue un reformador y de los más originales. Ningún político revolucionario insistió jamás, con la constancia suya, sobre la necesidad y el valor de la moral; ningún americano tuvo como él tanta fé y seguridad en los beneficios de la virtud. Pocos han batallado como él por la verdad y la justicia.

El concepto de justicia en Bolívar reclama atención especial. Que "la justicia es la reina de las virtudes republicanas", II-1080, y que sin ella no puede construirse una sociedad, viene repitiéndose desde tiempos antiguos; no en vano Platón y Aristóteles, y los juristas y filósofos romanos discutieron tan amplia y esclarecedoramente esta cuestión.

La justicia es una sola realidad, pero suceptible de mostrarse en niveles diversos. En el plano político rige al gobernante; el hombre que ocupa una posición pública está obligado a huir tanto de las complacencias como de los rigores sin fundamento. Ha de tratar a los particulares con medidas proporcionales a sus merecimientos. Bolívar se empeña en respetar siempre los principios, y en ser justo, aunque nota las dificultades de su propósito: "los juicios que más participan de la equidad, son los que menos se agradecen, porque son los que menos satisfacen a las dos partes", I-1092.

De modo singular en relación con los cargos del Estado tiene el gobernante necesidad de ejercer plena justicia; al respecto se hallan en el Libertador muestras ilustrativas. Fue sistematica y constante su búsqueda de hombres éticamente valiosos y positivamente capaces para las posiciones de importancia; la ola de solicitantes, entonces como siempre, es muy nutrida; mas Bolívar no coloca a los que quieren sino a los que deben serlo. "Yo he mandado buscar el mérito oculto para conocerlo en el tribunal, he solicitado con esmero a los que profesaban modestamente el culto de la conciencia: la religión de las leyes... Yo no he exigido más que probidad de los candidatos: he desatendido a los pretendientes, he solicitado la verdad oculta para elevarla al magisterio. Mi constante principio en esta parte ha sido el muy conocido aunque desandado, el no emplear sino a los que temen la responsabilidad; a los que huyen de los destinos públicos", II-1203, 1205.

Igual intención justiciera le hace decir con evidente sinceridad: "los elogios debitos al mérito alimentan las almas sublimes", I-214. En la gestión administrativa su norte es que "el premio del mérito es el acto más augusto del poder humano", II-1114; y atento está a la oportunidad de la recompensa: "es muy importante premiar a tiempo", I-462.

Su afan de justicia brota impensadamente, y llega en frases llanas a enjuiciar con afán corrector hasta la historia; a nadie se le escapa que Bolívar sigue su anhelo reivindicativo cuando llama a Cristobal Colón "creador de nuestro hemisferio", I-171, y cuando para remediar la injusticia implícita en el nombre de América, recoge la inspiración mirandina y llama Colombia a la república tripartita que funda. El mismo sentimiento lo lleva a interceder ante el tirano Francia por el ilustre Bonpland, y a declarar con énfasis que el saber de ese notable naturalista y el de Humbolt han hecho más bien a la América que todos los continentes juntos.

En el plano personal la justicia se traduce en Bolívar en otra virtud que lo define: la gratitud, a cuyo culto consagró buena porción de sus esfuerzos. Conocido es el incidente con Monteverde y el pasaporte a Curazao; jamás olvidará el Libertador el gesto generoso de Iturbe que le salvó la vida; quince años después lo recuerda aún, y en breve carta de armonía consigo mismo, deja otra huella (1). Idéntico sentimiento inspira toda su conducta hacia la negra Hipólita y la señora Miyares, y como gobernante le lleva a considerar con ojos de cariño el caso de los soldados maltrechos, aquellos que perdieron su sangre levantando a Colombia "La ingratitud es -a su juicio- el crimen más grande que pueden los hombres atreverse a cometer", I-867.

Otra nota que en su registro moral ocupa puesto relevante es el desprendimiento; como sus otras cualidades ésta reviste las más diversas y complementarias formas: explica su permanente sisposición al sacrificio por la Patria, es alma de su declaración, para todos los pueblos y para todas las épocas: "El que abandona todo por ser útil a su país, no pierde nada, y gana cuanto le consagra", I-149. Ella es en fin la base que lo sustenta al afirmar que ha combatido por la libertad y por la gloria, y no por su engrandecimiento: "dudo que haya derecho -dice- para exigírseme que expire en el suplicio de la cruz: digo más, si no fuera más que la cruz, yo la sufriría con paciencia como la última de mis agonías. Jesuscristo sufrió treinta y tres años esta vida mortal: la mía pasa de cuarenta y seis; y lo peor es que yo no soy un Dios impasible, que si lo fuera aguantaría toda la eternidad", II-763.

Pero el desprendimiento de Bolívar se percibe igualmente en esferas de tono menor. Cristaliza en su generosidad, virtud amplia y total, generosidad de alma y de bienes, de amor y de riquezas, ilumina su culto perpetuo, y hasta sagrado, de la amistad sincera y efectiva, inspira su posición militante contra la venganza; aureola su recto concepto del deber, y le permite decir: "Todos los recursos y ejércitos victoriosos de Colombia han estado a mi disposición individual, y la satisfacción interior de no haberle causado el menor daño, es mi mayor consuelo", II-985. El mismo reconoce que con una magnanimidad superior a cuanto exigen la política, la prudencia y el bien mismo de la República, perdonó a sus enemigos, II-306. En ocasiones cuando pudo haber hecho caer el peso de la justicia sobre sus adversarios, su celo y su generosidad fueron mayores (2).

Su desprendimiento se traduce también en la virtud que más aprecian los pueblos en sus gobernantes: desprendimiento material, pulcritud en la gestión pública. El caso de Bolívar es excepcional: inicia rico su carrera política, ejerce el control de extensa parte del continente por varios años y muere pobre (3). En 1804 él mismo parece estimar su fortuna en cuatro millones de pesos, I-22; veintiséis años más tarde, después de haber sido presidente de Colombia y dictador del Perú, declara en su testamento: "no poseo otros bienes más que las tierras y minas de Aroa, situadas en la provincia de Carabobo, y unas alhajas que constan en el inventario que debe hallarse entre mis papeles", II-988. Cuando se hallaba en el pináculo del poder ocupando simultáneamente aquellas dos máximas posiciones, escribió a Santander: "No tengo con qué vivir, siendo a la vez presidente de Colombia y dictador del Perú. Por no ponerme a gajes de este país, no cobré el sueldo que me asignaron, y no teniendo autoridad en Colombia, ya no puedo pedir sueldo allá."

Los pueblos con sagaz intuición perdonan a sus gobernantes todos los defectos, están prestos a olvidar los errores, pero recuerdan y cobran perpetuamente el crimen de apropiación de los dineros públicos. La honradez material es por excelencia la piedra de toque usada para apreciar la firmeza moral de los dirigentes; Bolívar resiste victorioso esa prueba de la conciencia popular. Mas si es digna de reconocimiento su honestidad personal, en el sentido de no haber recibido jamás ilegalmente ni un peso, sino por el contrario de haberse despojado de cuantiosos bienes, es igualmente merecedor de atención su celo por la moralidad administrativa. La pulcritud llega a puntos inconcebibles (5).

Es así verídico cuando llama "agradable necesidad", II-1216, la de dar cuenta de su administración a los representantes populares, y cuando frente a los caraqueños formula el siguiente precepto de ética financiera: "la hacienda nacional no es de quien os gobierna. Todos los depositarios de vuestros intereses deben demostrar el uso que han hecho de ellos", II-1048.

Su calidad moral da luz de fe a su pensamiento, vertebra su conducta toda. Sus palabras, bien interpretadas dentro del contexto de su obra integral, cumplen la tarea de reflejar fielmente sus ideas; en la armonía y en cada una de ellas, producto de una singular personalidad intelectual y ética, está Bolívar completo. Es el Bolívar de siempre cuyo mandato a la posteridad es muy breve: "la gloria está en ser grande y en ser útil", I-986; y para los hombres de acción: "la gloria no es mandar sino ejercer grandes virtudes", I-1310.

NOTAS:


1. "Caracas, 3 de Julio de 1827. Al señor Cristobal Mendoza. Mi querido amigo. Estando ya al partir no puedo dejar de recomendar a la bondad y consideración de Ud. a mi amigo Iturbe. Véalo Ud. siempre como una persona muy estimable. El mejor servicio que recibirá Iturbe será el que no se le niegue un pasaporte cuando se quiera ausentar. Soy de Ud. afmo. de corazón. Bolívar, II-139.

2. Recuerdese el caso de Santander. En octubre de 1828 escribe Bolívar a Salom: "Del general Santander no puedo aún decirle lo que pueda resultar, perso solamente, por las inducciones que hay contra él, será expulsado por lo menos. Aunque si fuéramos rigurosos en juzgarlo, y si por haber sido mi enemigo yo no me viese comprometido a ser generoso con él, habría más que suficiente causa para que perecieses", II-483.

3. Se ha calculado posteriormente (1906) en Bs. 5.000.000,00 la riqueza del padre del Libertador. Cf. Gil Fortoul, José: Historia Constitucional de Venezuela, 3ª edición revisada. Editorial Las Novedades. Caracas. Venezuela. MCMXLII. Tomo I, pág. 285. Para información más detallada sobre los bienes de Bolívar, su fortuna, sus sueldos, sus regalos, su pobreza, etc,. consultar p. 14, 16, 22, 23, 25, 28, 29, 182, 186, 498, 560, 603, 715, 804, 866, 1020, 1021, 1052, 1056, 1122, 1127, 1281, 1392. Tomo II-48, 130, 132, 336, 579, 838, 883, 988.

Hay dudas sobre la carta en la cual aparece la cifra de cuatro millones. Lecuna dice que la fortuna de Bolívar entonces era de 150.000 pesos, aumentada posteriormente por la herencia de su hermano, I-24. Para el tipo de cambio entre el peso y la libra esterlina cf., II-139.

4.Véanse en el tomo XII de "Cartas del Libertador", editado en 1959, las numerosas órdenes suscritas por Bolívar disponiendo pensiones sobre su sueldo. pp. 254 y ss.

5. Véase la siguiente carta al Intendente de Magdalena, su amigo Mariano Montilla: "Hoy he tenido el sentimiento de saber que, en la lista del presupuesto del estado mayor, se ha incluido un cocinero mío cuyo sueldo es de cincuenta pesos. Espero que Ud. se servirá revisarlos y avisarme la cantidad para hacer el reembolso que corresponda", II-153.

El secretario J.G. Pérez escribe en mayo de 1825 al Prefecto del Cuzco: "S.E. el Libertador ha sido informado de que Ud. ha impuesto a varias personas de ese Departamento una contribución para celebrar la llegada de S.E. al Cuzco, y que aún los miserables han sido gravados con proporción a su escasísima fortuna. S.E. prohibe que se haga uso de semejante contribución, y menos el que se tome nada del Tesoro Público para gastos de su recibimiento, pues S.E. en su viaje, lejos de querer molestar a los pueblos, ni malgastar el dinero del Tesoro, su objeto es propender al bien de aquéllos y aumento de éste", O'Leary, XXIII, 169.

Cuando en 1827, siendo Presidente de Colombia, se dirige a Bogotá, no quiere que el gobierno haga ningún gasto por su causa, por eso dice a Don Pepe París: "Para darme de comer el primer día pida Ud prestado que yo abonaré", II-154.

Esa misma pulcritud le indica que siendo jefe "no debe dar fianza por ninguno de sus empleados", II-86, y que como gobernante no debe mezclarse en negocios. Escribe a Santander: "He visto la carta de Ud. en que me propone sea yo el protector de la compañía que se va a establecer para la comunicación de los dos mares por el Itsmo. Después de haber meditado mucho cuanto Ud. me dice, me ha parecido conveniente no solo no tomar parte en el asunto, sino que me adelanto a aconsejarle que no intervenga Ud. en él. Yo estoy cierto que nadie verá con gusto que Ud. y yo, que hemos estado y estamos a la cabeza del gobierno, nos mezclemos en proyectos puramente especulativos, y nuestros enemigos, particularmente los de Ud., que está más inmediato, darían una mala interpretación a lo que no encierra más que el bien y la prosperidad del país. Esta es mi opinión con respecto a lo que Ud. debe hacer, y por mi parte, estoy bien resuelto a no mezclarme en este negocio ni en ningún otro que tenga un carácter comercial", I-1276.
V. Cartas de Santander. Tomo II. págs 96, 97 y 202. Caracas, Lit. y Tip. del Comercio, 1942.

VII.- Figura moral

La moral articula el comportamiento y da sentido a la actividad intelectual. Es indigno el político que miente, es un maestro falso el que practica lo contrario de su enseñanza, es un sacerdote espurio el que contraviene sus propias prédicas. Ninguna fe ni respeto intelectual puede tenerse a un autor, si una indagación de sus cualidades morales revela que es insincero, hipócrita, corrompido, pedante ó fanático.

Visto desde el ángulo moral, el Libertador se presenta como un celoso apreciador de la virtud; la formación ética personal tiene, a su juicio, una clara repercusión social; sin hombres virtuosos no existe república, sin personalidad moral que oriente y rija la conducta nada se hace. Tan imbuido estaba de estos principios que llegó a concebir una escuela de virtudes, que no es otra cosa pretendía su discutido Poder Moral. Y la historia se ha encargado de ratificar la exactitud del anhelo bolivariano; buena parte de los trastornos políticos y de la defectuosa obra administrativa de los gobiernos de América, se ha debido a una palpable carencia de virtudes públicas. Se ha ido estructurando en las multitudes, a costa de violaciones de la palabra empeñada, una imagen del político, absolutamente distinta de la pensada y realizada por Bolívar. A los ojos de las mayorías continentales el individuo sin moral es el verdadero "político", por eso el peculado, la concusión, el soborno, el fraude y la mentira bajo múltiples formas, han proliferado causando tanto daño. No yerra el Libertador al estimar que nuestra primeras necesidades son: moral y luces; su estribillo insiste: "la mejor política es la rectitud", I-652, "la felicidadconsiste en la práctica de la virtud", II-1136. Sin un gobierno moral la sociedad se extravía, no se olvide que "a veces son los hombres, no los principios los que forman los Gobiernos", II-1142.

Los elogios son frutos del amor y no de conocimiento. La simpatía es incompatible con la ciencia, y peligrosa porque adultera la verdad. Bolívar conocedor del ínfimo valor de las alabanzas, aspiraba por ello que lodefendieran con razones y argumentos sólidos. Las alabanzas han creado en América una tradición, nefasta en el sentido de confundir la opinión pública (1). Tradición nefasta además en cuanto a contribuir al engreimiento de los mandatarios y propiciar así la corrupción; el efecto degradante de los elogios se mira en la vanidad y pedantería de los peores gobernates americanos (2).

Cualidades morales de Bolívar son la nobleza de espíritu y la constancia. La nobleza espiritual ya supone una serie de virtudes, supone sobre todo una buena capacidad de desprecio; Bolívar sabía despreciar, sorprende que en sus cartas no se ocupe, con la debida insistencia, de sus enemigos; trabajo cuesta indagar en su correspondencia los nombres de sus adversarios (3).

La constancia es el denominador común de la empresa de Bolívar; jamás cede él en su propósito, su voluntad "no desmaya y aun se fortifica con la adversidad", II-105, por eso la consigna de Pativilca ha llegado a simbolizar su carácter. "El valor, la habilidad y la constancia corrigen la mala fortuna", I-43, dijo en su primer memorial político. Es efectivo el afán que jamás se doblega.

Su carácter práctico y dinámico, encaminado directamente hacia sus objetivos, explica una de sus críticas básicas a los hombres de la Primera República, quienes, a juicio de Bolívar, se equivocaron al pensar que sus principios saldrían victoriosos y serían respetados por su sola verdad y bondad intrínseca. El triunfo de una doctrina es obra de tenacidad y de lucha, su bondad es aliciente y estímulo para que sus propugnadores no la abandonen.

La vida entera de Bolívar fue fiel a la idea de la necesidad de acción permanente; reconocía en todo instante la creadora proyección de la energía, sin ella "no resplandece nunca el mérito, y sin fuerza no hay virtud, y sin valor no hay gloria", II-326. En la historia halla asideros, recuerda que más valió a Cicerón un rasgo de valentía que todos los prodigios de su genio. Si se investiga el perfil de su deber, se comprende por qué existe en Bolívar junto a un carácter generoso un hombre riguroso e inexorable, terrible cuando las circunstancias son terribles. Su actividad utiliza los elementos propios de la disciplina y de la fuerza cuando ha menester; no solo fusila desertores y traidores y encarcela delincuentes y deudores del Estado, sino que su justicia toca sus allegados (4). En hora crítica, obligado a restar una ventaja a sus antagonistas, decretó la guerra a muerte; después vino el momento de celebrar el tratado regularizador de la contienda; y el mismo firmante de la proclama de Trujillo señaló más adelante a sus soldados "la obligación rigurosa de ser más piadosos que valientes", II-1173.

El Libertador tenía noción de su propia personalidad, y sabía los linderos y el tamaño de su esfuerzo. Conoció la magnitud de su obra; era llano y sencillo. En las páginas de Peru de Lacroix, quien lo retrata con ojos de intimidad, se advierte la personalidad de Bolívar constituida por rasgos sobrios y severos, fáciles en todo momento de ser reconocidos y observados sin misterio.

La figura moral de Simón Bolívar se refleja en todas sus expresiones. El investigador científico no encuentra inconsecuencias en los escritos de Bolívar, porque no los hubo. Don Vicente Lecuna, sabio en materia bolivariana, recogió en forma que obliga la gratitud del mundo, la obra escrita del Libertador. La honestidad y competencia del eminente compilador es garantía suficiente de que no ha habido lagunas convencionales, ni tergiversaciones, ni enmendaduras. Las fuentes, siempre claras, están indicadas en las publicaciones hechas por Lecuna, con toda precisión.

Mas no es necesario buscar en los libros la dimensión moral de Bolívar, más que en palabras ella consta en hechos, está en la vida de quien pudo decir: "¡Para qué necesitaré yo de Colombia! ¿Hasta sus ruinas han de aumentar mi gloria! Serán los colombianos los que pasaran a la posteridad cubiertos de ignonimia, pero no yo. Ninguna pasión me ciega en esta parte, y si para algo sirviera la pasión en juicios de esta naturaleza, sería para dar testimonios irrefragables de pureza y desprendimiento. Mi único amor siempre ha sido el de la patria: mi única ambición, su libertad" II-314.

Como prueba de su grandeza espiritual resplandece la respuesta dada a la expulsión de Venezuela y al desconocimiento y al vejamen en su hora final: "Es mi voluntad, que después de mi fallecimiento mis restos sean depositados en la ciudad de Caracas, mi país natal", II-988.

NOTAS:


1. La respecto Don Santiago Key-Ayala ha escrito las siguientes líneas que compartimos integramente, y las cuales tienen, por cierto, un motivo idéntico al que nos ocupa, pertenecen a un estupendo ensayo sobre el Libertador: "Tuvimos y tenemos reales valores. Sólo que la hipérbole indiscriminada, el elogio falso o desmedido, la embriaguez de palabras, nos ha hecho desconfiados. Allí reside la razón de una desgracia nacional contra la cual dbemos reaccionar con energía varonil. La duda de nosotros. Tanto se ha exagerado, tanto se ha aplicado a lo que vale y a lo que no vale, igual elogio, que la opinión general desorientada ha concluido por defenderse de engaños con la coraza de la duda", Key-Ayala, S.: Vida ejemplar de Simón Bolívar. Tip. Americana. Caracas, 1942, pág.135.

2. Decía Bolívar: "No creo ninguna cosa tan corrosiva como la alabanza: deleita al paladar pero corrompe las entrañas", I-736. Con dura palabra un joven pensador venezolano reaccionó contra tan efectivo auxiliar del despotismo: "La única libertad que no debe consentirse en una república es la lisonja -dijo Luis López Mendez- porque ésa establece una escuela fatal donde se pierde toda noción de moral y dignidad. Es un liberticida todo aquel que elogia sistemáticamente a los hombres". Cf. nuestro: En fuga hacia la gloria. Cuadernos Literarios de la Asociación de escritores Venezolanos, Nº 57, Caracas, 1947, pág. 25.

3.- En más de dos mil trescientas cartas, los nombres de Soto y Azuero, los más caracterizados enemigos de Bolívar (después de Santander), figuran cada uno alrededor de veinte veces. Cf. Indices Onosmáticos de las Obras Completas, I y II.

4. En carta de abril de 1827 dice a Páez: "En la semana pasada ha sido testigo Caracas de un acto de justicia, que ha contribuido en mucho a la moral pública y a dar una prueba de que la ley es igual para todos, pues que su peso cayó sobre uno, por el cual se empeñaban hasta mis parientes; pero yo,volviendo a mi carácter, fui inexorable", II-89. Lecuna comenta: "Se refiere al fusilamiento del joven Juan José Valdés, condenado a muerte por un crimen pasional. Valdés era hijo del coronel Juan José Valdés y de la Señora Ana Josefa Negretti, emparentada con Josefa María Tinoco, la mujer de Juan Vicente Bolívar", II-89.

miércoles, 27 de agosto de 2008

VI.- Rasgos mentales

Nota sobresaliente en la faceta intelectual del Libertador es la objetividad, o sea, la característica mental que permite reconocer y apreciar los hechos -independientemente de la simpatía ó antipatía que pueden inspirar- en su tamaño propio y dentro de estructuras totales.

La objetividad en Bolívar se expresa en dos direcciones. Una individual, autocrítica, consistente en el exacto conocimiento de sí mismo. Y otra referida hacia los demás, la ecuanimidad.

En lo político es fundamental conocerse. Es rara esta cualidad; lo corriente es que el individuo ignore sus posibilidades, que se supervalore o se subestime, que tenga entrabada su personalidad por una de esas embarazosas armaduras psíquicas que son los complejos. En el inicio de su vida pública, Bolívar escribió: "Es siempre útil el conocerse, y saber lo que se puede esperar de sí", I-24. Con claridad entendió cual era su empresa, y no se equivocó en cuanto a su temperamento y a sus aptitudes. Dice que no está hecho para la función sedentaria, I-1107 y que detesta la administración. Sabe que los peligros lo tonifican; siente que su ánimo se estimula ante la adversidad. No pide reposo material para pensar mejor; sabía abstraerse, aislarse en medio de humanos torbellinos y concentrarse en la reflexión. "Hay hombres -decía- que necesitan estar solos y bien retirados de todo ruido para poder pensar y meditar; yo pensaba, reflexionaba y meditaba en medio de la sociedad, de los placeres, del ruido y de las balas. Sí, me hallaba solo en medio de mucha gente, porque me hallaba con mis ideas y sin distracción", Bucaramanga, 154.

En cuanto a su estricta personalidad mental, la descripción más exacta, comprobable por quienquiera que analice su obra, es la que él mismo condensara así en 1825: "No soy difuso..., soy precipitado, descuidado e impaciente..., multiplico las ideas en muy pocas palabras", I-1099.

Un testimonio fidedigno, aparte de los escritos a disposición del más severo examen, el de Luis Peru de Lacroix em 1828, confirma la concisión bolivariana. Peru de Lacroix lo observó muy de cerca. "En todas las acciones del Libertador y en su conversación se ve siempre, como he dicho, una extrema viveza: sus preguntas son cortas y concisas; le gustan contestaciones iguales, y cuando alguno sale de la cuestión, le dice, con una especie de impaciencia, que no es lo que ha preguntado: nada difuso le gusta", Bucaramanga, 335.

Su precipitación la había advertido desde su niñez; en la primera carta que de él se conserva, dice que se le "ocurren todas las especies de un golpe", I-14. Esa precipitación le impedirá ser más afortunado y certero en la planificación de ciertas instituciones: Es igualmente facil comprobar lo que afirma sobre su descuido e impaciencia (1).

Merece consideración particular su aserto autocrítico de que multiplica las ideas en muy pocas palabras. El mérito de Bolívar, implícito en su peculiar don de síntesis, es el de su riqueza conceptual e ideológica. podrían citarse muchas expresiones suyas, líneas breves con una insospechada potencia de enseñanza. por esta característica, su pensamiento ha sido objeto de las más diversas interpretaciones; algo parecido a lo que, salvando la distancia, ocurre con versículos bíblicos. Todos los políticos de buena y mala ley, los gestores de todos los partidos americanos han buscado en palabras de Bolívar, banderas para sus parcialidades; ello no lo asombra: "Con mi nombre se quiere hacer en Colombia el bien y el mal, y muchos lo invocan como el texto de sus disparates", II-837. Medítese la frase: el texto de sus disparates, y se comprenderá porqué ha sido difícil para el lector ordinario, acostumbrado a las informaciones indirectas, el conocimiento verídico de las ideas de Bolívar. En la mayor parte de los casos, el lector común, nuestro hombre medio, precisamente aquel para quien forjó el Libertador su doctrina, se halla perplejo al no poder separar la propaganda de la verdad. Son muy escasos los intérpretes objetivos y globales del pensamiento bolivariano, todavía se persiguen en la obra del Libertador expresiones sueltas, nada representativas, para pretender justificar indignidades o cubrir villanías. A Bolívar no puede comprendérsele si el estudioso no posee al par que una mentalidad científicamente capaz, comprensiva y avisada, una gran escrupulosidad ética. Aún abundan esos que hábilmente silencian la voz acusadora de Bolívar, para dar resonancia a la parte que parece servirles en sus aventuras; pero si esta traición al pensamiento bolivariano en cuanto a un inteligente escamoteo de sus palabra, es absolutamente perniciosa, más lo es aún la interpretación desgajada de su unidad original. Son solidariamente culpables del pésimo conocimiento que se tiene de Bolívar todos sus intérpretes fragmentarios. Su obra no es para leerse y comprenderse por cuotas, ni para asimilarse en frases aisladas. El estudio honesto y naturalmente el estudio científico -con la ética propia de la genuina investigación- ha de penetrar en la unidad, ha de reconstruir previamente el panorama; en este sentido el método indicado es buscar la estructura, entender en conjunto y asimilar de manera global. Tal es la fórmula para un acercamiento válido a su obra; y no se crea que ésta es una recomendación influida por los métodos científicos en boga, es pauta del propio Libertador, quien precisamente refiriéndose al Discuso de Angostura -su más densa expresión política- da al futuro la técnica interpretativa por intermedio de su amigo Don Guillermo White: "Tenga Ud. la bondad de leer con atención mi discurso, sin atender a sus partes, sino al todo de él", I-442.

Múltiples testimonios de un espíritu ecuánime, de una mentalidad objetiva capacitada para mirar la verdad sin apasionamiento, hallamos repetidas veces en su obra (2).

Su ecuanimidad no se empaña ni se desmiente, ni siquiera cuando se trata de hechos que le atañen por referirse a su familia (3). Tampoco cuando se trata de sus amigos; los conoce bien, y sabe donde pueden dar el mejor rendimiento. Sus aciertos en calificar méritos son notables, el cariño no logra desviarlo; así dice llanamente a Santander en 1823 "los intendentes de Bogotá y Caracas son eminentemente malos, con ser los mejores hombres del mundo y mis mejores amigos", I-817. Esta virtud mental posee mucho interés para la estimación de su labor intelectual; ya no habrá sorpresa cuando se diga que el Libertador era un observador de mirada precisa, capacitado para formular una crítica imparcial. Tal cualidad, especialmente, ha de tener fecunda proyección en su opinión política, sociológica e histórica.

Era además un hombre de mirada aguda; no pasaba tan inadvertídamente por encima de las cosas mínimas, como pudiera creerse (4). Está siempre atento a su circunstancia con ojos que abarcan a los grandes hechos y a los pequeños: en Guayaquil nota prontamente que se casan muy temprano los muchachos, I-736; desde Lima subraya que "en Caracas era moda pensar todos mal contra el gobierno", I-1416, Y véase igualmente el caso del joven Michelena a quien destituye en Lima; la conducta de Bolívar responde en este caso a un cuidadoso proceso de observación (5).

Su don observador unido a su ecuanimidad llévalo a un conocimiento exacto de sus hombres; ya anotamos que conocía las aptitudes de estos (6). Estudiaba la personalidad psíquica de sus amigos y aplicaba a cada uno el tratamiento adecuado; en este sentido es un psicólogo espontáneo. Sus cartas más cuidadosas y políticas son para Santander (7), sus cartas más plenas de nobleza y afecto son para Sucre. Pero donde puede estudiarse más fácilmente el conocimiento psicológico del Libertador respecto a los tipos humanos de nuestros países, es en el caso de Páez; para el investigador contemporáneo resulta fácil la prueba por ser el tipo del llanero uno de los más divulgados y tratados en la literatura, las ciencias y el arte en general. En las cartas de Bolívar a Páez con motivo de los sucesos de 1826, brilla el psicólogo: Bolívar conoce el tratamiento debido al líder llanero: a su juicio "el hombre más peligroso para Colombia", Bucaramanga, 241, le habla claro como superior jerárquico, pero con tacto inefable, no débil pero tampoco violento ya que "con Páez no se debe usar de este lenguaje, porque el día que se encienda la sangre, su sangre le sirve de mucho", I-1378. En todo caso cuando es preciso subir el tono, atempera los términos duros con esperanzas muy lisonjeras si se llaga a un acuerdo. Como anuncio que le abra paso en sus conversaciones envía al jefe llanero -tipo sentimental conquistable por el cariño- una lanza y una botonadura de oro que hizo fabricar en Potosí con las armas de Colombia; y le anuncia además: "Llevo a Ud. dos caballos que he traido desde Chile y el Perú, cuyo mérito principal será la fe del bautismo, sin dejar de ser buenos. Otras bagatelas también llevo para Ud. con más o menos valor justo o moral", I-1459. En esa peligrosa oportunidad, cuando se vislumbra el separatismo y Colombia tambalea, tiende Bolívar hábilmente el lazo psicológico: la lanza que le envía es "el símbolo de su valor y de nuestra libertad: la verdadera arma de Colombia y de Páez", I-1459. En otra ocasión, igualmente por imperativos de ese conocimiento de la psicología de Páez, Bolívar llega a usar la palbra "virreinato" (que a él nada agradaba) para comparar la resultante de una modificación política que participa al caudillo del llano y que, está seguro, éste aceptará más facilmente,II-429. Pero la fineza psicológica llega a su cabal expresión cuando el el crítico año 29, deseando que Páez le ofrezca expresamente acatamiento y adhesión, se adelanta y le escribe: "Digo a Ud., bajo mi palabra de honor, que serviré con el mayor gusto a sus órdenes si es Ud. el jefe del Estado; y deseo que Ud. me haga la misma protesta de su parte en el caso de que sea otro el que nos mande", II-842.

Inclusive presenta rasgos de psicólogo social; podría recordarse poe ejemplo cómo advirtiendo que el peligro y la tarea comunes provocan la unificación interna, proyecta una expedición sobre Puerto Rico, la cual "nos va a dar la ventaja de hacer más fuerte y duradera la reconciliación en que trabajamos", II-24.

Por último en la fisonomía intelectual de Bolívar señalaremos su tendencia discreta al humorismo, la facilidad para captar -hasta en momentos serios- la nota risueña. Asimismo llamamos la atención sobre su forma tan espontánea de mezclar expresiones populares en sus cartas; Bolívar repetía frases del vulgo, conocía sus refranes y los aplicaba con tino (8).

NOTAS:

1. Eu una de sus cartas se desliza este párrafo que el propio editor publica con salvedades: "He sabido por Demaquet que su señora ha parido felizmente un robusto niño, y que tuvo Ud. el sentimiento de perder al mismo tiempo que le precedía. Creo que fácilmente reparará Ud. esta pérdida y, por lo mismo, doy a Ud. y a mi señora Dolorita muchos parabienes por ambos sucesos", II-680.

En algunos casos cae eu una indescifrable confusión: "La noticia sobre la pasada de Olañeta a nosotros por la parte del Sur, llevándose prisonero a Carratalá después de haberlo batido es, comunicada, por un calero, papelista, con cuya mujer, a quien se dirige el godo según parte, está contraído un tal Mayz, hermano del marqués de la Real Confianza, vecino que fué de Pazco, de modo que el godo que escribe a la mujer de calero es el tal Mayz, que existe entre los españoles", I-969.

No se olvide que él mismo confieza tener el hábito de firmar las cartas sin leerlas y de dictar varias simultáneamente. En 1829 escribe: "Firmé la carta sin leerla, como lo hago muy frecuentemente cuando estoy de prisa; y sucede también que tengo que enmendarlas cuando las leo, porque Martel se olvida de las palabras y pone las que le ocurren", II-725. Cf. además: Bucaramanga, 254.

2. La justicia, en su concepto, debía pronunciarse igual para todos; así, en el caso de uno de los mejores servidores de la nación -acusado de asesinato- su respuesta fue que se le castigase si era culpable, I-426. "Es preciso el último rigor con los malvados, sean godos o sean patriotas, porque la república gana con la destrucción de un buen realista como de un mal ciudadano. El crimen en todos los partidos es igualmente odioso y condenable: hagamos triunfar la justicia y triunfará la libertad", I-417. Diversos ejemplos: a Don Vicente Salias, redactor de la"Gaceta de Caracas", EN 1814: "Acusar al gobernador de Curazao por haber saludado con salvas de artillería a Monteverde, no solo es impropio en los términos en que se hace, sino además es absurdo chocante. Está mandado por todas las ordenanzas del mundo civilizado; y es el uso constante de las naciones, tributar a los jefes militares y ministros diplomáticos extranjeros, los honores que les corresponden: y bajo este concepto no hizo más que llenar un deber de su autoridad el gobernador de Curazao, haciéndolos a un general español. Insinuar que en vez de estos honores debió ser puesto en un consejo deguerra por no haber defendido a Venezuela, es una represión que puede más bien dirigirse a la nación española, que debe juzgar de la conducta de Monteverde, y no a un jefe de la nación británica, que unicamente debe atender a las decoraciones de aquél", I-91. Es la misma ecuanimidad que lo lleva a recomendar para un destino público a un amigo suyo, no por amigo sino por probo y honrado, I-1277. Es la misma claridad mental que le permite apreciar en un capitán patriota que "es algo chismoso aunque muy activo para andar", I-780; o en un coronel que "aunque sea mártir, es un necio embustero", I-1095; o en otro militar que, no obstante ser "amigo también es un pobre hombre en eso de mandar tropas", II-946. En cierto momento se expresa así de un antiguo oficial: "El es un tonto en lo que piensa, pero es un hombre de bien en el fondo y no es capaz de hacer daño a nadie, y aunque nunca hemos sido amigos, siempre lo he juzgado así", II-459. Adviértase que en estas expresiones no hay rebuscamiento, no son opiniones premeditadas con fines efectivistas: son frutos sinceros de su calidad mental y anímica. Es en todo instante el hombre ecuánime y equilibrado, el hombreen plan de diferenciaciones, dotado de una mentalidad que le permite distinguir matices.

3. "Dígale Ud. a Don Perucho que me ha alegrado mucho de que haya peleado con mi hermana por cumplir con su deber, y que si hubiera hecho otra cosa me hubiera parecidoinfame, como me han parecido los testigos falsos de la tal justificación. Añado que mis hermanas no necesitan de nada porque yo les he señalado todas las rentas de mi caudal para que vivan, y que no merece llevar mi nombre la que ha pretendido, por una impostura, manchar la muerte de su hijo que ha perecido gloriosamente por su patria. Dígale Ud. que le mando este recado: que ahora he conocido más que nunca que él es disgno de la opinión que me merece", I-853.

4. "El Libertador es muy observador, y nota hasta las pequeñas menudencias: no le gusta el mal educado, el atrevido, el hablador, el indiscreto y el descomedido; y como nada se le escapa, tiene placer en criticarlos, ponderando siempre un poco aquellos defectos", Bucaramanga, 336.

5. A Santander: "No se admire Ud. al saber que Michelena vuelve a Colombia dejando vacante el empleo de secretario de nuestra legación en el Perú. Yo me he visto obligado a disponerlo así, porque ya no se podían tolerar que cometía a cada instante. Yo le aseguro a Ud. que jamás he conocido un muchacho más necio ni más pagado de sí mismo: él todo lo había visto; todo lo sabía; todo lo ajeno le parecía mal; todo lo criticaba; y en fin, eran tantos los disparates que decía que ya era muy conocido en la ciudad. Aunque él no es malo de carácter, tiene tan poca o ninguna capacidad para ejercer un destino de tanta importancia, que me ha parecido más útil para él y para el gobierno que deje el puesto a otro que hablando menos sepa más", I-1315.

6. "El Libertador tiene el talento el más fácil y lo más crítico para hacer un retrato moral: sus pinceladas son rápidas, enérgicas y verdaderas. En pocas palabras hace conocer el individuo de quien se ocupa". Bucaramanga, 244.

7. El Gral. Santander poseía una mentalidad lúcida, fácil para la intriga y para la sorpresa, pronta a no dejarse envolver; no en balde le observa Bolívar: "Las cartas de Ud. son más pequeñas que las mías; no sé por que será", I-1090. Nótese que una vez a Soublette -político de discrección comparable a la de Santander- hace un reparo similar: "Tengo a la vista dos cartas, a cual más pequeñas, de Ud.", II-69. El Libertador responde siempre a Santander con especial cuidado. Y desliza en no pocas ocasiones la ironía: En 1820 le escribe: "...como entonces yo no he de mandar, lo convidaré a Ud. para que nos vayamos juntos, aunque yo desearía no tener tan buena compañía, por tal que la república tuviese un jefe capaz de dirigirla", I-445. Es mal disimulada la ironía del siguiente párrafo, en un momento en que Santander ha hecho retardar el permiso para que Bolívar pase al Perú: "No puede Ud. imaginar que agradecido estoy de Ud. y al Congreso por esta gracia: a Ud. por haberla agenciado, y al Congreso por haberla hecho", I-793. Adviértase el doble sentido: "Me aseguran que tiene Ud. muchos votos para presidente; si es así esto es prueba del juicio de Colombia, y más que todo del acierto con que Ud. se ha manejado", I-1049.

8. Recomendaciones como aquella de "pídale Ud. a su antidad el congreso, un boleto para pecar contra las fórmulas liberales, con reunión de culpa y pena", I-739; frases como "mi querido amigo el poder ejecutivo", I-1002; "se lleva el diablo todo", II-169; II-293: "echa ajos a los hombres por ristras", II-958; "Caracas está embochinchado", I-1253; o disminutivos como Don Perucho o Ibarrita; y palabras como "fandango", "remolones", "rum-rum", "pamplina", "machaca", "cositas", "dichito", "naturalote", etc., no son difíciles de hallar en la correspondencia. Tampoco son raros los brotes de humor en sus despedidas: "Soy de Ud. de todo corazón, su enfermo y disgustado amigo, que no sé como ha podido dictar esta carta", I-866; "yo deseo que me vengas a ver si tus males y tu mujer te lo permiten", I-1056. Refranes y frases refranescas dan colorido, amenidad y vida, a no pocos pasajes de sus graves epístolas; entre otros, los siguientes ilustran sobre su compleja fisonomía intelectual eternamente aireada, siempre renovada y alerta: "Quien hace un cesto hace un ciento", I-922; "la ocasión no tiene más que un pelo" I-981; "lo pasado, pasado, y a lo hecho pecho", I-1127; "como casabe en caldo caliente", I-254; "escogido como un ramito de romero", I-871; "no durará más que una cuchara de pan", II-759; "no hay mal que por bien no venga", I-827, "le trataron como al diván de Constantinopla", I-254; "no reparan ni en mesas ni en castañas", II-28; "tenemos carretadas de generales", II-345; "ya está el toro en la plaza, ahoravamos a ver quienes son los guapos", II-374; "a burro lerdo, arriero loco", II-374.