La problemática del Gobierno monopoliza una apreciable porción del pensamiento político de Bolívar.
No distingue él con nitidez los términos Estado, Gobierno, Nación; generalmente sinonimiza estos vocablos, y se aleja de toda rigurosa teoría y técnica políticas cuando en la mayor parte de los casos prefiere y usa nombres de tipo histórico: América, Colombia, Venezuela (1).
Se comprende que por la especificidad de su deber, las cuestiones que más interesan al Libertador sean las referentes al Gobierno; éste es el órgano de acción y el medio de expresión colectivos, y de él, en buena medida, depende la felicidad social. A Bolívar preocupa la problemática del gobierno por la repercusión trascendental de éste en la integración de la obra revolucionaria. No podrá conocerse al Libertador sí se olvida su dominante preocupación institucional. La creación del nuevo orden americano no requiere solamente la destrucción del antiguo, un país no se levanta exclusivamente aniquilando a sus adversarios; forzoso es dotarlo de los órganos institucionales adecuados para el desenvolvimiento progresista de su existencia pública. Recuérdese su tesis: "No basta que nuestros ejércitos sean victoriosos: no basta que los enemigos desaparezcan de nuestro territorio; ni que el mundoentero reconozca nuestra Independencia; necesitamos aún más, ser libres bajo los auspicios de leyes liberales emanadas de la fuente más sagrada, que es la voluntad del pueblo". II-1126. Sus proyectos constitucionales, su labor diplomática, su obra moral y su minuciosa atención a los problemas culturales, son facetas complementarias de una misma inquietud.
Al gobierno que él busca construir, le asigna dos tareas sucesivas de máxima importancia; en razón de tal sucesividad llega a sostener la necesidad de una evolución morfológica paralela. Ese gobierno tiene en primer lugar, la obligación de completar la Revolución continental. En el futuro, como tarea subsecuente le toca preservar y defender esa revolución, canalizarla por las vías normales de la evolución histórica, que ha de cumplirse en armonía con el desarrollo de todos los elementos del orden social y económico.
Bolívar resume su ambición en lograr un gobierno adecuado al medio americano. Su especialidad no era el Derecho, ni su ocupación favorita legislar, pero cuando se le invita a redactar proyectos acepta porque el amor patriótico y el interés político lo empujan a servir a su pueblo en todos los terrenos; cree que sus intentos legislativos pueden estimular a otros, y que así alguna vez llegaremos a tener instituciones propias, "sin mendigar modelos"; I-1354.
Al elaborar su tipo de gobierno, Bolívar arranca de la convincción de que no es ése un ente abstracto, sino una institución real que debe atender a la naturaleza de su sociedad. Gobierno y colectividad son dos cuerpos en íntima correspondencia: el gobierno es producto de la vida colectiva; cuando olvida su origen; esto es, cuando se lo edifica con prescindencia total o parcial de su circuntancia, está condenado al fracaso. Por eso Bolívar recalca que el gobierno de Colombia, nada menos que el organismo a cuya suerte confiará su obra inicial debe fundarse "sobre nuestra costumbres, sobre nuestra religión y sobre nuestras inclinaciones, y últimamente, sobre nuestro origen y sobre nuestra historia. La legislación de Colombia no ha tenido efecto saludable, porque ha consultado libros extranjeros, enteramente ajenos a nuestras cosas y de nuestros hechos", II-445.
Examinando sus ideasde crítica histórica se halla el mismo razonamiento. Bolívar mencionaba como razón de la caída de la Primera República, el hecho de que el gobierno de esta ignoró las características de su pueblo; no recogió nunca los imperativos colectivos nacionales, jamás percibió matices.
Bolívar piensa siempre en la efectividad política y administrativa. El gobierno debe ser celoso defensor de su crédito y de su prestigio, debe respetarse a sí mismo y saber administrar su fuerza. Aconseja para estos fines "restringuir la facultad de perseguir sin previsa pruebas calificativas de delito, esta medida es absolutamente necesaria para disminuir males particulares y acreditar al gobierno", II-589; tiene por principio de acción; "clemencia con los insignificantes y rigor con los magnates", II-561.
La forma del gobierno, pese a su importancia, no es cuestión capital. El camino jamás ocupa por entero su atención, la obligación del conductor es orientar hacia el objetivo; el modo de llegar queda al querer y a las posibilidades individuales. Firme característica bolivariana es su aplazamiento de las cuestiones formales y su consagración a la conquista de la efectividad política. "La excelencia de un gobierno no consiste en su teórica, en su forma, ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al caracter de la Nación para quien se instituye", II-1143.
Pero si bien Bolívar aprecia el valor secundario de la cuestión formal, no llega a desestimarla en absoluto. Como no puede existir un gobierno efectivo sin forma, necesariamente ha de considerar el problema que ésta suscita; pero ratifica una vez más la consecuencia con su pensamiento general, al dividir el problema formal en dos aspectos que podríamos denominar: forma moral y forma jurídica. En su concepción la primera priva sobre la segunda, aunque en la práctica la sintetice: reconoce que las características morales necesitan vivir en expresiones legales, y que recíprocamente estas requieren inpiración ética. Así el gobierno -moralmente- debe ser justo, liberal, fuerte, popular y sencillo; y todo ello cristalizará jurídicamente en un gobierno republicano, centralista, civil y democrático. Gobierno fuerte y sencillo, además de lo dicho, alude especialmente a gobierno centralista, opuesto al federal que a su juicio resulta débil y complejo. Su aspiración es un gobierno, síntesis de todas las características enunciadas, "que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un Gobierno que haga triunfar el imperio de las leyes inexorables, la Igualdad y la Libertad", II-1155.
Convencido Bolívar de la primacía de la efectividad política, en todo momento antepone el asunto de los fines al de la apariencia del Estado. Por esta vía responde, con evidente despliege de sagacidad y de penetración política, a la vieja pregunta sobre cual es la mejor forma de gobierno. "El sistema de gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política", II-1141. Poco vale el nombre, poco los órganos menores, poco la forma; lo esencial es el resultado, la dimensión práctica: su proyección creadora simultaneamente en el orden moral individual, en el social y en el histórico-político. Es decir, la consecución de us deseado trinomio: felicidad, seguridad y estabilidad.
Es una configuración completa de lo que en Bolívar llamamos gobierno efectivo, además del limitado crédito que concede a la cuestión formal, debe anotarse la importancia que reconoce a los hombres. Recuerda que "a veces son los hombres, no los principios, los que forman los gobiernos", II-1142; por eso en la medida inversa de su menosprecio por el problema de las apariencias llega a estimar el papel de los hombres. Según su tesis, el gobierno como realidad democrática, como institución emanada del pueblo y para beneficio del pueblo, debe ser formado por hombres solventes y capaces que procedan de las actividades ciudadanas ordinarias. Bolívar insiste categóricamente en la diferencia de atribuciones entre los miembros del estado, al referirse a militares y civiles deja corto a los máximos civilistas de América, afirma la incompatibilidad de esas dos esferas. El problema de América no es tan sencillo para ser planteado en forma dilemática, no es una simple cuestión de disyuntiva sino algo más profundo, pero en un momento cuando cualquiera posición eclética, era dudosa, Bolívar escoge el extremo que más le ajusta. Su dictrina alienta su conducta, ilustra y define su actividad; subraya que el deber de los civiles meritorios es participar en la gestión pública y rescatarla de los demagogos; el Estado es una complicada empresa que pide capacitados gerentes. Al reclamar a Roscio, Castillo y Madariaga, próceres civiles de la emancipación, su colaboración en asuntos públicos, les recuerda: "En vano las armas destruiran a los tiranos, si no establecemos un orden político capaz de reparar los estragos de la revolución. El sistema militar es el de la fuerza, y la fuerza no es gobierno", I-222. A su juicio, poco pueden las leyes cuando los hombres se obstinan en violarlas; "los códigos, los sistemas, los estatutos por sabios que sean son obras muertas que poco influyen sobre las sociedades: hombres virtuosos, hombres patriotas, hombres ilustrados constituyen las Repúblicas", II-1142. En la vida política más vale una realidad que un millón de ilusiones, por eso el empeño del político que aspira a fundar de verdad, comienza por la moral, empieza a edificar por dentro, por los ciudadanos; primero prepara la estructura íntima del pueblo, no porque niegue el valor educativo de la ley ni su trascedencia como posible instrumento de revolución, sino porque palpa, no pocas veces, su debilidad frente a la circunstancia positiva. El método es entonces, penetrar con habilidad en la vida social, y lograr enrumbarla con constancia por donde interesa.
Para Bolívar la tarea es hacer un gobierno y hacer un pueblo. Modificar, en el sentido de organizar, el pueblo existente. Educarlo, liberarlo; asistir a la quiebra de un sistema y contribuir con su aliento a romper las moribundas estructuras para reemplazarlas por las adecuadas al progreso económico, político y social de su pueblo. Tal es, en síntesis, la tarea que por definición corresponde a un revolucionario. Inventar un sistema de gobierno que sea estímulo para el avance social, pero que no fracase por utópico; forjar un régimen efectivo digno de un gran pueblo. Crear un pueblo digno de un avanzado sistema político.
NOTAS:
1. La Teoría Política en nuestros días precisa el concepto privativo de cada uno de esos tres conceptos. Así se han hecho visibles sus similitudes y sus diferencias; aunque pertenecen a distintos niveles del conocimiento científico, si fueran mentalmente colocados en forma superpuesta mostrarían sus desiguales extensiones.
El término Nación, que corresponde al plano social, es el de mayor extensión; se le usa para nombrar la población y sus vínculos culturales: cierta comunidad de tradición, lenguaje, religión, costumbres, ideales, etc.; a tales vínculos pueden añadirse en algunos casos, otros de tipo natural: vecindad geográfica, similitud étnica. El concepto de Nación alude a la institución de mayor permanencia; prácticamente la nación es perpetua.
El término Estado, pertenece al plano jurídico-político. Es la organización legal, o personalidad jurídica, de la nación; no obstante, que la nación es uno de sus elementos, tiene el Estado menor extensiónen cuanto puede concebirse una Nación sin Estado pero no lo contrario. En el tiempo, la duración del Estado es media; cambia más que la Nación y menos que el Gobierno.
El concepto Gobierno, muy afín al del Estado, podría ser situado en un plano casi idéntico al de éste aunque más acentuadamente político. Es de extensión mínima en relación con los otros, ya que se refiere al conjunto de los personeros del Estado, es decir, a sus gestores. Es de menor duración -también relativamente- por cuanto cambia con facilidad superior a la usada para los cambios de Estado.
No distingue él con nitidez los términos Estado, Gobierno, Nación; generalmente sinonimiza estos vocablos, y se aleja de toda rigurosa teoría y técnica políticas cuando en la mayor parte de los casos prefiere y usa nombres de tipo histórico: América, Colombia, Venezuela (1).
Se comprende que por la especificidad de su deber, las cuestiones que más interesan al Libertador sean las referentes al Gobierno; éste es el órgano de acción y el medio de expresión colectivos, y de él, en buena medida, depende la felicidad social. A Bolívar preocupa la problemática del gobierno por la repercusión trascendental de éste en la integración de la obra revolucionaria. No podrá conocerse al Libertador sí se olvida su dominante preocupación institucional. La creación del nuevo orden americano no requiere solamente la destrucción del antiguo, un país no se levanta exclusivamente aniquilando a sus adversarios; forzoso es dotarlo de los órganos institucionales adecuados para el desenvolvimiento progresista de su existencia pública. Recuérdese su tesis: "No basta que nuestros ejércitos sean victoriosos: no basta que los enemigos desaparezcan de nuestro territorio; ni que el mundoentero reconozca nuestra Independencia; necesitamos aún más, ser libres bajo los auspicios de leyes liberales emanadas de la fuente más sagrada, que es la voluntad del pueblo". II-1126. Sus proyectos constitucionales, su labor diplomática, su obra moral y su minuciosa atención a los problemas culturales, son facetas complementarias de una misma inquietud.
Al gobierno que él busca construir, le asigna dos tareas sucesivas de máxima importancia; en razón de tal sucesividad llega a sostener la necesidad de una evolución morfológica paralela. Ese gobierno tiene en primer lugar, la obligación de completar la Revolución continental. En el futuro, como tarea subsecuente le toca preservar y defender esa revolución, canalizarla por las vías normales de la evolución histórica, que ha de cumplirse en armonía con el desarrollo de todos los elementos del orden social y económico.
Bolívar resume su ambición en lograr un gobierno adecuado al medio americano. Su especialidad no era el Derecho, ni su ocupación favorita legislar, pero cuando se le invita a redactar proyectos acepta porque el amor patriótico y el interés político lo empujan a servir a su pueblo en todos los terrenos; cree que sus intentos legislativos pueden estimular a otros, y que así alguna vez llegaremos a tener instituciones propias, "sin mendigar modelos"; I-1354.
Al elaborar su tipo de gobierno, Bolívar arranca de la convincción de que no es ése un ente abstracto, sino una institución real que debe atender a la naturaleza de su sociedad. Gobierno y colectividad son dos cuerpos en íntima correspondencia: el gobierno es producto de la vida colectiva; cuando olvida su origen; esto es, cuando se lo edifica con prescindencia total o parcial de su circuntancia, está condenado al fracaso. Por eso Bolívar recalca que el gobierno de Colombia, nada menos que el organismo a cuya suerte confiará su obra inicial debe fundarse "sobre nuestra costumbres, sobre nuestra religión y sobre nuestras inclinaciones, y últimamente, sobre nuestro origen y sobre nuestra historia. La legislación de Colombia no ha tenido efecto saludable, porque ha consultado libros extranjeros, enteramente ajenos a nuestras cosas y de nuestros hechos", II-445.
Examinando sus ideasde crítica histórica se halla el mismo razonamiento. Bolívar mencionaba como razón de la caída de la Primera República, el hecho de que el gobierno de esta ignoró las características de su pueblo; no recogió nunca los imperativos colectivos nacionales, jamás percibió matices.
Bolívar piensa siempre en la efectividad política y administrativa. El gobierno debe ser celoso defensor de su crédito y de su prestigio, debe respetarse a sí mismo y saber administrar su fuerza. Aconseja para estos fines "restringuir la facultad de perseguir sin previsa pruebas calificativas de delito, esta medida es absolutamente necesaria para disminuir males particulares y acreditar al gobierno", II-589; tiene por principio de acción; "clemencia con los insignificantes y rigor con los magnates", II-561.
La forma del gobierno, pese a su importancia, no es cuestión capital. El camino jamás ocupa por entero su atención, la obligación del conductor es orientar hacia el objetivo; el modo de llegar queda al querer y a las posibilidades individuales. Firme característica bolivariana es su aplazamiento de las cuestiones formales y su consagración a la conquista de la efectividad política. "La excelencia de un gobierno no consiste en su teórica, en su forma, ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al caracter de la Nación para quien se instituye", II-1143.
Pero si bien Bolívar aprecia el valor secundario de la cuestión formal, no llega a desestimarla en absoluto. Como no puede existir un gobierno efectivo sin forma, necesariamente ha de considerar el problema que ésta suscita; pero ratifica una vez más la consecuencia con su pensamiento general, al dividir el problema formal en dos aspectos que podríamos denominar: forma moral y forma jurídica. En su concepción la primera priva sobre la segunda, aunque en la práctica la sintetice: reconoce que las características morales necesitan vivir en expresiones legales, y que recíprocamente estas requieren inpiración ética. Así el gobierno -moralmente- debe ser justo, liberal, fuerte, popular y sencillo; y todo ello cristalizará jurídicamente en un gobierno republicano, centralista, civil y democrático. Gobierno fuerte y sencillo, además de lo dicho, alude especialmente a gobierno centralista, opuesto al federal que a su juicio resulta débil y complejo. Su aspiración es un gobierno, síntesis de todas las características enunciadas, "que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un Gobierno que haga triunfar el imperio de las leyes inexorables, la Igualdad y la Libertad", II-1155.
Convencido Bolívar de la primacía de la efectividad política, en todo momento antepone el asunto de los fines al de la apariencia del Estado. Por esta vía responde, con evidente despliege de sagacidad y de penetración política, a la vieja pregunta sobre cual es la mejor forma de gobierno. "El sistema de gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política", II-1141. Poco vale el nombre, poco los órganos menores, poco la forma; lo esencial es el resultado, la dimensión práctica: su proyección creadora simultaneamente en el orden moral individual, en el social y en el histórico-político. Es decir, la consecución de us deseado trinomio: felicidad, seguridad y estabilidad.
Es una configuración completa de lo que en Bolívar llamamos gobierno efectivo, además del limitado crédito que concede a la cuestión formal, debe anotarse la importancia que reconoce a los hombres. Recuerda que "a veces son los hombres, no los principios, los que forman los gobiernos", II-1142; por eso en la medida inversa de su menosprecio por el problema de las apariencias llega a estimar el papel de los hombres. Según su tesis, el gobierno como realidad democrática, como institución emanada del pueblo y para beneficio del pueblo, debe ser formado por hombres solventes y capaces que procedan de las actividades ciudadanas ordinarias. Bolívar insiste categóricamente en la diferencia de atribuciones entre los miembros del estado, al referirse a militares y civiles deja corto a los máximos civilistas de América, afirma la incompatibilidad de esas dos esferas. El problema de América no es tan sencillo para ser planteado en forma dilemática, no es una simple cuestión de disyuntiva sino algo más profundo, pero en un momento cuando cualquiera posición eclética, era dudosa, Bolívar escoge el extremo que más le ajusta. Su dictrina alienta su conducta, ilustra y define su actividad; subraya que el deber de los civiles meritorios es participar en la gestión pública y rescatarla de los demagogos; el Estado es una complicada empresa que pide capacitados gerentes. Al reclamar a Roscio, Castillo y Madariaga, próceres civiles de la emancipación, su colaboración en asuntos públicos, les recuerda: "En vano las armas destruiran a los tiranos, si no establecemos un orden político capaz de reparar los estragos de la revolución. El sistema militar es el de la fuerza, y la fuerza no es gobierno", I-222. A su juicio, poco pueden las leyes cuando los hombres se obstinan en violarlas; "los códigos, los sistemas, los estatutos por sabios que sean son obras muertas que poco influyen sobre las sociedades: hombres virtuosos, hombres patriotas, hombres ilustrados constituyen las Repúblicas", II-1142. En la vida política más vale una realidad que un millón de ilusiones, por eso el empeño del político que aspira a fundar de verdad, comienza por la moral, empieza a edificar por dentro, por los ciudadanos; primero prepara la estructura íntima del pueblo, no porque niegue el valor educativo de la ley ni su trascedencia como posible instrumento de revolución, sino porque palpa, no pocas veces, su debilidad frente a la circunstancia positiva. El método es entonces, penetrar con habilidad en la vida social, y lograr enrumbarla con constancia por donde interesa.
Para Bolívar la tarea es hacer un gobierno y hacer un pueblo. Modificar, en el sentido de organizar, el pueblo existente. Educarlo, liberarlo; asistir a la quiebra de un sistema y contribuir con su aliento a romper las moribundas estructuras para reemplazarlas por las adecuadas al progreso económico, político y social de su pueblo. Tal es, en síntesis, la tarea que por definición corresponde a un revolucionario. Inventar un sistema de gobierno que sea estímulo para el avance social, pero que no fracase por utópico; forjar un régimen efectivo digno de un gran pueblo. Crear un pueblo digno de un avanzado sistema político.
NOTAS:
1. La Teoría Política en nuestros días precisa el concepto privativo de cada uno de esos tres conceptos. Así se han hecho visibles sus similitudes y sus diferencias; aunque pertenecen a distintos niveles del conocimiento científico, si fueran mentalmente colocados en forma superpuesta mostrarían sus desiguales extensiones.
El término Nación, que corresponde al plano social, es el de mayor extensión; se le usa para nombrar la población y sus vínculos culturales: cierta comunidad de tradición, lenguaje, religión, costumbres, ideales, etc.; a tales vínculos pueden añadirse en algunos casos, otros de tipo natural: vecindad geográfica, similitud étnica. El concepto de Nación alude a la institución de mayor permanencia; prácticamente la nación es perpetua.
El término Estado, pertenece al plano jurídico-político. Es la organización legal, o personalidad jurídica, de la nación; no obstante, que la nación es uno de sus elementos, tiene el Estado menor extensiónen cuanto puede concebirse una Nación sin Estado pero no lo contrario. En el tiempo, la duración del Estado es media; cambia más que la Nación y menos que el Gobierno.
El concepto Gobierno, muy afín al del Estado, podría ser situado en un plano casi idéntico al de éste aunque más acentuadamente político. Es de extensión mínima en relación con los otros, ya que se refiere al conjunto de los personeros del Estado, es decir, a sus gestores. Es de menor duración -también relativamente- por cuanto cambia con facilidad superior a la usada para los cambios de Estado.